Columna de Marcelo Contreras: Tool y Chile, entre la tensión y el estallido

Tool
https://www.latercera.com/culto/2024/09/03/analisis-al-cartel-de-lollapalooza-chile-2025-sin-quejarse/


Por Marcelo Contreras, crítico de música.

¿Por qué la música de Tool resuena en Chile? Una de las respuestas posibles radica en nuestra posición austral, que nos emparenta con los países nórdicos en el extremo opuesto del mapa, donde el metal arraiga hasta los huesos. Aquí también cala históricamente. Figuramos en el puesto 13 de la naciones con más bandas del género en el planeta -16 por cada 100 mil habitantes según Rankingroyals-, los únicos representantes de A. Latina entre los 20 primeros.

En este país el rock no es un boleto para la seducción como en Argentina -cantarle a la “nena” es un leitmotiv trasandino-, sino que se identifica en primera instancia con agresividad, rabia, desquiciamiento y oscuridad. Faith No More la rompe acá y no al otro lado de Los Andes.

Ciertamente, la música urbana ha irrumpido como la Wehrmacht rumbo a Moscú, pero el hecho refleja más bien la masificación de Spotify en Chile, el mercado de mayor penetración de la plataforma en Sudamérica, antes que una sintonía estilística con la psiquis nacional.

La respuesta entonces debiera estar en la música y la manera en que su carácter conecta con el temperamento y gusto local. En el diseño de Tool, las composiciones responden a métricas enrevesadas envueltas de melodía mediante un bajo que rehuye el galope tradicional del metal, responsable de cierta desolación a la manera de The Cure y Joy Division; un enfoque oblicuo más propio del post rock que sujeto al soporte de la guitarra, que en este caso se debate entre la matemática y la atmósfera.

En la música de Tool -que se se presentarán en Lollapalooza en 2025- es habitual una larga intro de cifra polirrítmica, texturas y capas instrumentales con destino irremediable al estallido, a veces marcado por la violencia -el grito que libera el clímax de The Grudge en Lateralus (2001)-, o el remanso luminoso como antesala a la tormenta final de Ænima (“quiero ver el suelo ceder, quiero ver cómo se cae todo”) del álbum homónimo. La banda ensambla como una entidad blindada sin subordinaciones.

Esa oscilación entre la calma y el reviente -apretar y soltar-, coincide con la esencia nacional retraída y reprimida -la parquedad que descoloca a los inmigrantes-, que en un santiamén puede derivar en un arrebato furioso y organizado. Nuestra historia condensa largos ciclos de relativa calma cívica con tensión progresiva, hasta desembocar en crisis fratricidas -la Araucanía entre indómita y arrasada, la guerra civil del 91, el Golpe, el estallido social en menor medida-, para retomar un cierto cauce, una calma relativa. Un pueblo melancólico que comprende el mundo con rabia y dientes apretados.

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