Por María Elena Ceballos Valdivieso, Profesora Asistente Departamento de Enfermedades Infecciosas del Adulto Pontificia Universidad Católica de Chile

Largo y extenuante ha sido el camino para lograr una disminución de casos de Covid-19 en el país. Hemos pasado por momentos difíciles de prologadas cuarentenas para disminuir la transmisión viral. La sociabilidad y el contacto humano, elemento natural de nuestro ser, se ha puesto a prueba al enfrentarnos a prohibiciones antes no pensadas, con el objetivo de cuidar la salud de las personas. Una compleja decisión tomada por las autoridades fue imponer los toque de queda, medida muy importante para restringir reuniones sociales y con ellas, los contagios. Si bien éste ha sido impopular para algunos, su importancia radica en que la mayoría de los brotes se producen en reuniones familiares y sociales.

Por otra parte, la exitosa campaña de vacunación masiva en el país nos ha permitido alcanzar mejores números y entregarnos más libertades. Después de 18 meses de restricciones, desde el miércoles pasado ya ninguna comuna del país se encuentra en cuarentena. Junto con esto, el toque de queda se ha ido flexibilizando. Al alcanzar incidencias menores de 150 casos activos por cada 100 mil habitantes, asociado a un 80% de la población objetivo vacunada, las regiones son recompensadas con la tan anhelada postergación horaria del toque de queda para las 00:00. Este objetivo ya lo han alcanzado la mayoría de las regiones del país y solo tres de ellas- dentro de estas la Región Metropolitana- están muy cerca de lograrlo o lo habrán logrado al momento de que usted lea esta columna.

Recordemos que la epidemiología es dinámica, y que, si bien la situación actual es favorable, el SARS-CoV-2 continúa entre nosotros. En la última semana hemos observado una ralentización en la disminución de los nuevos casos y algunas regiones del país vienen nuevamente aumentado su incidencia. La postergación del horario del toque de queda nos permitirá tener más reuniones sociales, asistir a restaurantes, observar mayor movilidad social, lo que nos desafía a ser aún más responsables. El largo camino recorrido, los altos costos físicos, emocionales, económicos, espirituales, nos han permitido llegar a estas buenas cifras.

Hace algunos meses atrás teníamos nuestra confianza puesta en el desarrollo de vacunas y terapias antivirales. Hoy nuestra esperanza se debe centrar en la responsabilidad de cuidarnos. Que el esfuerzo no haya sido en vano, cuidemos lo que hemos alcanzado y aprendamos a convivir con este virus.