Por María José Escudero, directora de Incidencia y Desarrollo Fundación Ronda
La mayor parte de las experiencias vitales de un adolescente se despliegan en su entorno educativo. Si en este espacio es víctima de bullying, esto significa que gran parte del tiempo la persona está participando obligatoriamente no sólo de un ambiente hostil, sino que de dinámicas que van en desmedro de su integridad.
Lo ocurrido hacia el estudiante con discapacidad en un colegio en Isla de Maipo no deja de sorprender. Sin embargo, hechos como este no son nuevos. El bullying y el capacitismo han estado presentes a lo largo de toda nuestra historia. La grabación y mediatización de este hito de violencia escolar nos muestra que aún cuando existe mayor conciencia por parte de las comunidades escolares respecto al bullying, este sigue siendo una realidad.
La valoración de la diversidad, la no discriminación y la inclusión, son valores que se han masificado en las últimas décadas. Asistimos a un momento de la historia en que la discriminación es un acto públicamente reprendido por nuestra sociedad, lo cual hace parecer impensable este tipo de situaciones en la actualidad, sin embargo, permanecen. Lo hacen porque aún existe un desafío de transformación cultural pendiente, en el que queremos seguir insistiendo porque es la base del relacionamiento que tenemos como sociedad.
Hoy hemos dejado de normalizar la violencia y la discriminación. Pero aún así, quedan muchas prácticas discriminatorias que erradicar. Es necesario promover una cultura de inclusión y no discriminación dentro de las escuelas, porque el bullying no sólo afecta a la víctima, sino que genera un ambiente de hostilidad que repercute negativamente en la salud mental, en el bienestar psicológico y en los procesos de aprendizaje de toda una comunidad educativa.
La discapacidad y los estigmas asociados a ella, no están en las personas ni en su discapacidad, están en el entorno y en la manera en que nos relacionamos. Acabar con la discriminación y promover una cultura que valore la diversidad y la incluya, es un desafío colectivo que involucra a niños, jóvenes y adultos, implica transformar la forma en que nos vinculamos con otros y con nosotros mismos, involucra intervenir cuando vemos situaciones que son injustas o discriminatorias, educar cuando escuchemos un comentario inadecuado, no reírnos de chistes discriminatorios, y conversar con los niños, niñas y jóvenes sobre el valor que la diversidad aporta a nuestra sociedad, pero también del impacto que puede tener en la salud mental de las personas.