Por María José Mora Friedl, académica Instituto de Historia de la Universidad de los Andes
La invasión de Rusia a Ucrania ya cumple un mes y la pregunta que sigue literalmente bombardeando nuestras cabezas es: ¿Nadie puede hacer nada más?, ¿por qué Europa o EE.UU. no han entrado a la guerra? Las respuestas son múltiples y razonablemente lógicas, pero aún así, no satisfacen a un mundo que ha visto con estupefacción cómo los grandes líderes de antaño, los “policías del mundo”, no han podido hacer nada más que sancionar económica y moralmente a Rusia. Aun cuando esas sanciones sean “las más duras que jamás se hayan implementado” como señaló Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
“En el mundo actual, las decisiones realmente trascendentes no se toman en París, Londres, Berlín o Roma, (...) sino en Beijing, Moscú, Teherán o Riad”, escribe Peter Frankopan en su último libro Las Nuevas Rutas de la Seda, un planteamiento que he venido vociferando hace algunos años y que hoy con brutal claridad nos enfrenta a una realidad que como occidentales parecíamos no querer ver y mucho menos asumir.
Con el liderazgo menoscabado de EE.UU. como defensor de la democracia y con una Europa abocada a resolver sus problemas internos, además de haber perdido a sus líderes más potentes; el momento que Putin eligió para atacar fue estratégicamente correcto. Y eso se confirma en la respuesta de Occidente.
Y es que Europa y EE.UU. están atados de manos frente al costo de una reacción que podría ir mucho más allá de la concreta y simple defensa de Ucrania. Si la UE entra en la guerra, implicaría que los 27 países miembros tendrían que de forma directa o indirecta hacerse parte del conflicto, lo que nos llevaría a una Tercera Guerra Mundial. Y si la OTAN o EE.UU. entran en Ucrania, la escalada podría llevarnos a un enfrentamiento nuclear.
Así es como hoy ese Occidente que antaño neutralizaba al mundo con la amenaza de armas nucleares y una fuerza militar avasalladora, hoy se repliega frente a esa misma fuerza y armas, pero ahora, impuestas desde la otra cara de la moneda, desde oriente, en donde ya parece confirmarse, se toman las decisiones trascendentes. ¿Será la amenaza de una guerra química la que hará cambiar el actual estado de la guerra?