Por Mariano Puyol, ex jugador de Universidad de Chile y técnico

La crisis de Universidad de Chile no es de hoy, ni de ayer. El origen de este mal momento viene desde hace varios años y se da por la poca estabilidad que se le otorga al proyecto fútbol. Es imposible que una institución tenga éxito si no tiene una administración estable, más de 10 directores técnicos en la última década y, lo más grave, constantes cambios en las jefaturas de las cadetes.

Tampoco es una solución que el equipo descienda para, como dicen algunos, “partir de cero y resurgir como River Plate”.

Hoy el Romántico Viajero no es aquel equipo de 1988, que no tenía nada y prácticamente estaba en ruinas. Todo lo contrario. La U en la actualidad posee una infraestructura de lujo, holgura en el material humano y calidad en jugadores y técnicos. No puede ser que todos sean malos y que haya que borrarlos para siempre.

Por eso es urgente saber quiénes son los nuevos dueños de Azul Azul y cuál es su proyecto deportivo, pues no da lo mismo quiénes son ni el origen que poseen. Tampoco sirve que solo se conozca el nombre del gerente deportivo y no cuál es su trabajo.

La Universidad de Chile es más que una sociedad anónima, es un sentimiento que recorre el país y un farol de valores que se deben respetar. Hay principios éticos y deportivos que siempre nos han caracterizado y que demandan total transparencia en este momento. Por eso, la Casa de Estudios debe intervenir de manera urgente. Debe exigir que los nuevos dueños den la cara, expliquen sus objetivos y respeten la historia del club.

El riesgo que hoy corre el equipo de nuestros amores debe servir para que el rector Ennio Vivaldi intervenga más en la sociedad anónima y así se exija que se le dé estabilidad a la administración. Que la gerencia deportiva les entregue autonomía a los entrenadores y que todos los que trabajan en el proyecto fútbol no sigan caminando por la cornisa o dependiendo de resultados pasajeros.

La Universidad de Chile debe ser predominante en esta institución, para que el mercado no se imponga a sus valores.