Por Martina Weil Restrepo, atleta chilena y récord nacional en 400 metros planos
Tengo un cuaderno donde anoto todos mis entrenamientos y competencias: cómo me sentí, las correcciones que me hace mi entrenador, los tiempos que corrí y los pesos que levanté. Cada cierto tiempo me gusta sentarme a revisarlo, leer lo que he escrito, y hasta compararlo con el registro del año pasado. Parte importante de lo que escribo no es particularmente positivo: “Hoy me levanté y me duele todo”, o el típico “hoy me sentí pésimo, lenta y menos explosiva que un huevo duro”. Pero últimamente ha habido un cambio: cada vez escribo más “Jacques (mi entrenador) me dijo que estoy corriendo lindo, con las rodillas altas” y “por fin me salió ese ejercicio que no lograba hacer”.
Gracias mamá por repetirme una y otra vez que anote todo, ya que al ver esa evolución, aquellos cambios, he podido darme cuenta de que por fin encontré el lugar en donde tengo que estar. Las marcas que he corrido este año son un reflejo de la privilegiada situación donde me encuentro: concentrada en Bélgica, con un entrenador que tiene décadas de experiencia en los 400 metros planos, y con la oportunidad de participar en competencias de altísimo nivel todos los fines de semana. Los récords que he batido este año son solo el comienzo de un camino que estoy emocionadísima de emprender junto al tremendo equipo que tengo detrás.
Queda muchísimo por recorrer, mucho por entrenar y mucho por corregir, pero estoy más motivada que nunca para levantarme todos los días e ir a entrenar para seguir mejorando, aunque me duela todo y me sienta lenta.
Se vienen los Juegos Panamericanos, y las ganas de dejar el nombre de mi país en alto, de competir frente a miles de chilenos en la pista que me vio crecer, siempre van a ser más grandes que las ganas de quedarme en la cama y saltarme un entrenamiento. Estos Juegos, para mí, son un regalo y una oportunidad única para correr en casa y poder compartir la pasión que tengo por mi deporte con toda la gente que esté ahí apoyándome. Aun así, mi vista está puesta en el futuro, en lo que voy a estar escribiendo al final de mi cuaderno, en todo el trabajo que me falta por hacer y las carreras que todavía no he corrido. Así, cuando llegue al fin de mi carrera y tenga una biblioteca de cuadernos de entrenamiento, pueda decir honestamente que di todo lo que tenía para dar.