Columna de Mauricio Morales: Clasistas

Votaciones
Foto: AP


Por Mauricio Morales, académico de la Universidad de Talca.

Sostener que el voto obligatorio con sanciones económicas efectivas es una medida anti-pobre, refleja claramente una postura clasista. Desarrollo tres argumentos que refuerzan esta idea.

En primer lugar, el voto obligatorio aumenta la participación electoral, lo que siempre es deseable para una democracia como la nuestra. Con voto voluntario, excepcionalmente la participación sobrepasó el 50%, mientras que en las tres elecciones con voto obligatorio la participación promedió 84,3%. Es cierto que con el voto obligatorio aumenta el porcentaje de votación nula y blanca cuando se escogen representantes- fue del 21,5% en la elección de Consejeros Constitucionales- lo que, en cierta medida, enmascara la participación válida. Es decir, los votos que se emiten en favor de las candidaturas. No obstante, es mucho mejor que la ciudadanía ejerza su deber cívico a que se quede en casa como simple espectador, especialmente los más pobres.

En segundo lugar, el voto obligatorio corrige el sesgo de clase en la participación electoral. Si para las elecciones presidenciales de primera vuelta en 2021 Lo Espejo votó en 42,9% y Vitacura en 69,3%- dos comunas con similar número de votantes, pero con niveles de pobreza opuestos- en el plebiscito de 2022 las cifras aumentaron a 87,7% y 81,3% respectivamente. Con voto obligatorio, entonces, los más pobres cumplen con su deber cívico y equilibran la participación de los segmentos de mayores ingresos, totalmente sobre-representados en las elecciones con voto voluntario.

En tercer lugar, a participación desigual, representación desigual. Si votan los mismos de siempre las candidaturas responderán a ese estrecho electorado, lo que facilita la reproducción de la propia elite. Sin embargo, cuando la participación es masiva, la elite necesitará candidaturas de otro perfil- más similar al padrón comunal completo- lo que inevitablemente empujará la entrada de nuevos líderes que vienen desde abajo, y no desde arriba como, al parecer, a esa elite le agrada.

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