Columna de Mauricio Morales: Fragmentación, rascando donde no pica

Sistema político
Columna de Mauricio Morales: Fragmentación, rascando donde no pica.


Por Mauricio Morales, académico de la Universidad de Talca.

En el corto plazo tendremos cerca de 30 partidos, aunque muchos de ellos no llegarán al Congreso. ¿Es mucho, es poco? Si comparamos con la democracia de los 90, evidentemente hay una mayor fragmentación, lo que, en parte, se explica por el cambio al sistema electoral en 2015. Lo que se buscó fue mejorar la representación, rompiendo las restricciones que imponía el binominal. Pero eso es lo que dicen los políticos. El cambio al sistema electoral, en realidad, fue por razones estratégicas. La Nueva Mayoría temió ser fagocitada por quienes posteriormente formarían el Frente Amplio, y la única forma de sobrevivir era abrir los distritos e incrementar el número de escaños a repartir. De esa manera, se podía amortiguar una eventual derrota frente al poder político que exhibían Boric y Jackson.

Para aprobar esta reforma, el oficialismo negoció con pequeños grupos. Entre ellos, Amplitud. Una de sus exigencias fue reducir las barreras de entrada para formar partidos, pasando del 0,5% de afiliados en función de los votantes de la última elección de diputados, a sólo el 0,25%. Eso, en un escenario de voto voluntario con baja participación, incentivó la formación de una cifra sideral de partidos. Con el voto obligatorio y el consecuente aumento de la participación, será más difícil alcanzar ese 0,25%, pero si queremos cortar la llave de entrada a la fragmentación, es razonable volver al 0,5%.

Sugiero, además, aumentar las exigencias de sobrevivencia de los partidos. La ley fija un mínimo del 5% de los votos- podría ser de 7%- pero permite la fusión entre partidos y su reinscripción. En ambos casos se debiese incrementar sustancialmente las exigencias de afiliados llegando, al menos, al 1%. Estos cambios son mucho más simples que otras propuestas que rascan donde no pica. La primera, despojar a un partido de los escaños legítimamente ganados por no alcanzar el umbral mínimo de votos. La segunda, derogar los pactos electorales, perjudicando la construcción de coaliciones programáticas de gobierno.

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