Por Mauricio Morales, académico de la Universidad de Talca
Se ha levantado una gran polémica por el eventual “travestismo” del Presidente Boric, reflejado en “volteretas” o en bruscos cambios de opinión. En esta columna propongo dos cosas. Primero, que tales cambios avanzan en la dirección correcta. Segundo, que son producto del pragmatismo que imponen las condiciones políticas y no de una alteración en las convicciones ideológicas que defiende el mandatario.
Boric modificó su postura sobre los estados de excepción, sobre Carabineros, sobre la migración, sobre los 30 años, sobre las tomas de terreno, sobre los retiros de los fondos de pensiones, entre otras. Todos estos cambios han sido positivos para el país. Evidentemente son muy notorios pues están en las antípodas de lo que el propio Boric defendió, y cuyo último suspiro fue el intento de cambio constitucional en 2022.
Hoy Boric es socio de Carabineros, defensor del estado de excepción en algunas zonas de la Araucanía, crítico de la migración irregular, afable con los últimos 30 años, mordaz con las tomas de terreno, e intransigente respecto a los retiros. Esto genera escozor en el grupo ideológicamente más intenso de su coalición, e incredulidad en los sectores más moderados. Están heridos con el Presidente, o desconfían de él.
Sin embargo, estos cambios no implican un abandono de los principios que forjaron el liderazgo de Boric. Simplemente, se vio forzado por las circunstancias. ¿Qué otro camino podía tomar en medio de una crisis de seguridad pública, descontrol migratorio, inestabilidad económica y terrorismo? Es cierto. Son circunstancias excepcionales para las que el diputado Boric no estaba preparado.
¿Significa esto una renuncia definitiva al camino refundacional incluida una nueva Constitución? En absoluto. A veces el pragmatismo es doloroso, pero pasa. Lo que queda son las convicciones más profundas. Boric volverá con los suyos, insistirá en los cambios estructurales, y no dudará en salir a la calle si para él es necesario hacerlo.