Por Mauricio Morales, académico de la Universidad de Talca.
El PS y el PPD competirán en listas separadas para la elección de consejeros constitucionales. Ya lo hicieron desde 2008 cuando la Concertación fue en dos listas de concejales. ¿Es tan dramático? No. Vamos a las cifras. La discusión es entre un partido que en la elección de diputados 2021 obtuvo el 5,4% (PS) y otro que no llegó al 4% (el PPD). Entre ambos suman cerca de 590 mil votos. O sea, un 3,9% del padrón. Por cierto que este asunto no sólo se trata de números, pues el peso cualitativo de cada partido dentro de su respectiva coalición también importa. Paulina Vodanovic y Natalia Piergentili -flamantes presidentas del PS y del PPD- saben de esto. Ninguna tomó la separación como un asunto de vida o muerte. Más bien, decidieron darse un tiempo. Sabemos que esto puede terminar en un divorcio definitivo, o en que alguna de las partes se esfuerce por retomar la relación, llegando a la misma en una situación desmejorada: el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen.
Ambos partidos quedaron mejor aspectados para la competencia electoral en el formato de las dos listas. El PS, que representa cerca del 17% de los votos de su coalición, se quedó con el 25% de las candidaturas que presentó el pacto. Es decir, fue ampliamente beneficiado. ¿Quién pagó la cuenta? Comunes y, marginalmente, el PC. Dado que el PS fue invitado a liderar esta nueva coalición, entonces lo justo era recibirlo con una gran recompensa. El PPD, en tanto, compite con 26 candidatos. Lo relevante es que lo hace en casi todo Chile. Esto es clave. Si un partido compite en todas las regiones, naturalmente cosechará más votos. En caso de que el PPD hubiese competido en una sola lista junto al PS y Apruebo Dignidad, con suerte habría presentado 14 candidatos, debiendo omitirse en parte importante del país. Dicho en otras palabras, el PPD pasó de ser cola de león, a cabeza de ratón.
Entonces, la división entre el PS y el PPD no reviste dramatismo. Los números, hasta acá, indican que ambos partidos entran a la competencia electoral en condiciones inmejorables. Otra cosa, por cierto, es el resultado que puedan obtener. Pero eso lo sabremos la noche del domingo 7 de mayo. Y si a alguno o a ambos les va mal, perfectamente pueden volver a unirse para las elecciones de 2024 y 2025, retomando el camino hacia el despeñadero o hacia la sobrevivencia definitiva.