Por Mauro Valdés y Francisco Klima, Socios Fundadores de Dinámica Plataforma
Este viernes, el Presidente Gabriel Boric celebró el inicio de la repartición de los fondos del Royalty Minero. Esta noticia evidencia el aporte del sector productivo, y al mismo tiempo vuelve urgente encontrar una respuesta para el mayor tema relacionado con la minería. Un asunto que, de tan grande, escapa a la vista.
En medio de las conversaciones sobre el futuro de nuestra minería que se abrieron desde que el gobierno propuso reformar el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, hay una pregunta cuyo efecto no es solo nacional: ¿Jugará Chile el rol al que está llamado en el proceso de abandono de los combustibles fósiles?
El rol del cobre y el litio en la descarbonización de la economía nos pone en el centro de una conversación global. El desafío es cómo conciliar esa demanda, acicateada por los desastres relacionados con el cambio climático, con la realidad de los territorios donde se desarrolla la minería. Cómo desarrollar, en otras palabras, una minería justa, eficiente, mejor para el planeta, en abstracto, y las comunidades vecinas, en concreto.
Las reformas y el royalty son parte de la solución, pero no son todo. Para responder a esa pregunta con un sí, es indispensable un nuevo acuerdo nacional sobre el rol de la minería.
Es fundamental que nuestros líderes adopten como propio un consenso que es indiscutible en foros científicos y técnicos, y que es central en la Política Nacional Minera: la minería no es solo una cuenta corriente para el país, sino un poderoso impulsor de capacidades humanas, sociales y tecnológicas.
Tranquiliza saber que el Fondo Regional para la Productividad y el Desarrollo es el segundo destino de los dineros generados por el Royalty Minero, después de seguridad ciudadana, con una asignación de US$ 225 millones. Esos fondos, bien invertidos y con visión de futuro, pueden dar a la industria minera el impulso que necesita, y convertirse en un prometedor ámbito de colaboración público-privada. Sin embargo, la institucionalidad tiene el gran desafío de asegurar que estos recursos sean bien invertidos y logren transformarse en un motor de desarrollo local.
El camino será complejo. Para transformar este buen comienzo en un esfuerzo cohesionado, es necesario que el gobierno lidere y apueste por el crecimiento minero a través de la investigación, la innovación y los proveedores mineros de base tecnológica. Que articule el acuerdo político necesario para que la minería tenga un rol central no solo en nuestras finanzas, sino en nuestro desarrollo.