Por Milenko Skoknic, ex embajador de Chile ante Naciones Unidas (2018-2022).
En 1978 estuvimos muy cerca de la guerra con Argentina. Sin embargo, ese 29 de noviembre de 1984, vivíamos un momento sublime. Cada uno de los miembros de la delegación chilena, de la que formé parte como Secretario de la Comisión Asesora, tenía la enorme satisfacción de haber cumplido fielmente con el principal objetivo encomendado en la negociación del acuerdo con Argentina, que era el pleno respeto al Tratado de 1881 y al Laudo de 1977, confirmando que todas las islas al sur del canal Beagle seguirían en posesión y soberanía chilena.
La Santa Sede estaba muy consciente de su esfuerzo mediador en búsqueda de la ansiada solución justa, equitativa y honorable. Por ello, para la solemne ceremonia de firma por parte de los Cancilleres Del Valle y Caputo, dispuso una puesta en escena única, irrepetible y fastuosa por el entorno y salones utilizados. De hecho, así lo recalca la primera frase del discurso de Cardenal Casaroli en la sala Regia: “La grandiosidad de este lugar, tan rico de historia y de arte, bastaría por sí solo para subrayar la importancia extraordinaria del acontecimiento que en él se está desarrollando y del cual vosotros sois los protagonistas”.
Al regresar este lunes 25 al Palacio Vaticano no pude dejar de experimentar la nostalgia de las intensas emociones vividas hace 40 años y, también, la tranquilidad de conciencia al observar el positivo impacto que tuvo el Tratado de 1984 para fortalecer los vínculos de amistad, cooperación e integración entre Argentina y Chile. Lo realizado en el ámbito bilateral demuestra que el texto del Tratado fue equilibrado, permitiendo una variedad de acuerdos suscritos desde 1985, destacando el Tratado de Maipú de 2009.
Al presentar mi saludo al Papa Francisco, le expresé el sentido agradecimiento por lo que realizó la Santa Sede como mediador, recordando que en 1984 estuve en la sala Regia, a lo cual me respondió con gentil sonrisa, que “era una memoria viviente de esa gesta”. Solo puedo dar gracias a Dios por haber participado en tan noble tarea de la diplomacia chilena.