Columna de Omar Coronel: La deriva autoritaria de Perú

Protestas en Lima, la noche del jueves. Foto: AP/Martin Mejia.


Por Omar Coronel, profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP

El jueves en Lima se dio la movilización más grande desde las marchas de la segunda vuelta electoral de 2021. Miles de peruanos de todo el país viajaron hasta la capital para exigir la renuncia de la Presidenta Dina Boluarte y elecciones en el más corto plazo. Bautizaron la movilización como la “Segunda marcha de los 4 suyos”, en referencia a la masiva protesta del año 2000 contra Alberto Fujimori.

Boluarte llegó al poder siguiendo el cauce institucional, luego de que Pedro Castillo diera un autogolpe. Sin embargo, desde su toma de mando, 54 ciudadanos han fallecido en el contexto de las protestas sociales (44 por represión, nueve por accidentes de tránsito y hechos vinculados a bloqueos, y un policía). El 94% de la sierra sur y central del país.

Las protestas contra Boluarte fueron primero porque forjó una alianza con el Congreso (con 9% de aprobación), y luego por la represión y el uso de un discurso político idéntico, en el fondo, al que usaría Keiko Fujimori. Su gabinete también comenzó a usar un discurso cercano al de la derecha peruana. Entonces, la percepción es que quienes perdieron las elecciones de 2021 están ahora en el Ejecutivo.

La coalición de poder (políticos, empresarios, medios, colectivos) que apoyaron a Keiko Fujimori en su denuncia por un supuesto fraude en 2021 están ahora apoyando entusiastamente a Boluarte.

La deriva autoritaria del Perú, anclada en una lógica de la política como guerra, comenzó antes de Castillo, pero se agudizó con su gobierno. Y lo que tenemos ahora es una coalición de poder con mayor capacidad para mantenerse a costa de agudizar más esa deriva. Boluarte ha dicho que no va a renunciar a pesar de las masivas protestas. Un gobierno que se sostiene en la represión e impunidad le da la razón a radicales y le quita piso a moderados.

Sin cambios sustanciales, probablemente tengamos un ciclo de protestas ondular, con subidas y bajadas, hasta la válvula de escape electoral. Pero con la herida abierta de masacres impunes, esas elecciones serán una competencia de radicalismos más profunda que la de 2021.