Por Pablo Cabrera, investigador del Centro de Estudios Internacionales UC - ex embajador de Chile en Rusia y Ucrania

Las escaramuzas bélicas que han involucrado a Rusia y Ucrania han tomado otro cariz con el ingreso de tropas rusas al territorio ucraniano, aumentando la tensión a nivel global. Un conflicto de tal proporción siempre es una mala noticia, más si las declaraciones del propio Presidente Putin al considerar a Ucrania como parte indivisible de una misma nación “unida por la historia y la sangre”, adquiere visos de guerra civil, cuya repercusión a nivel global le otorga aún más dramatismo al hecho en sí mismo.

Es destacable, sin embargo, que aunque sean muchas las razones que puede esgrimir a su favor el Presidente de Rusia para lanzar esta condenable ofensiva y variadas las interpretaciones o reacciones que surgen a su respecto, todas converjan en la paz, considerado el bien más preciado de la Humanidad tan fácil de vocear y difícil de alcanzar. En efecto, mientras Rusia entiende que ha iniciado una “operación de paz” para justificar una intromisión territorial injustificable, la comunidad global apela a la misma para terminar una conflagración que sobrepasa el ámbito local y vulnera el Derecho Internacional.

En consecuencia, el clamor a nivel planetario ha de ser ¡alto el fuego ahora! Con todo, aparece un despropósito que, en pleno siglo XXI, el posicionamiento de cada Estado de cara a la configuración de un Nuevo Orden Mundial se vea contaminado por egoístas y disruptivas tentaciones estratégicas, además de temores forzados o inducidos por terceros.

Ahora bien, la disputa bélica entre Rusia y Ucrania, que involucra a Europa y Estados Unidos como parte de la OTAN, cuya expansión hacia las fronteras de la Federación de Rusia parece ser la causa principal del conflicto, se constituye como el factor aglutinante de una nueva y multifacética agenda global en ciernes. En consecuencia, cuando el sistema presenta un agotamiento para abordar los embates de una globalización devoradora que debilita el andamiaje jurídico internacional, sentar un precedente con esta guerra “híbrida” es de suyo desafiante para los líderes mundiales; es tarea de todos, entonces, seguir contribuyendo para mantener vigentes los principios que inspiran la convivencia entre los pueblos: Paz, Seguridad, Desarrollo Sostenible, en un contexto donde los Derechos Humanos ocupan un lugar de privilegio.