Por Pablo Cabrera G., Diplomático. Consejero del Centro de Estudios Internacionales de la U. Católica
Las encuestas están indicando que Giorgia Meloni, joven líder de la fuerza conservadora y nacionalista “Hermanos de Italia”, podría convertirse en la primera mujer de llegar a la jefatura del gobierno de Italia en 76 años de vida republicana. De concretarse no sería un hecho aislado; mas bien, seguiría la línea ascendente de participación femenina en tareas gubernamentales. Tratándose de Italia tendría mayor impacto, toda vez que la visibilidad de las mujeres en la vida pública no tiene correlato con su escaso protagonismo en política, economía u organizaciones sindicales.
Quizás una anomalía aunque no es considerada como tal por los propios movimientos que promueven un mayor involucramiento de las mujeres en los círculos de toma de decisión. Ahora bien, todo indica que su eventual elección radicaría en factores ajenos a la contingencia: juventud y no haber ejercido tareas de gobierno.
Por ende, mas allá de la dimensión ideológica y cuestionamientos a su candidatura, se estaría insinuando un cambio de proporciones en la gobernabilidad que, dependiendo de los guarismos finales, podría hasta traer estabilidad en el contexto de un parlamentarismo puro y especial que no da espacio al forjamiento de caudillos que provocan dramáticas rupturas. La garantía democrática de la neurálgica figura del Presidente de la República emana de una Constitución muy valorada por los ciudadanos y que ha sido difícil de reformar.
Así las cosas, a pesar de las aprensiones hacia la Meloni y su afiliación partidaria, quizás sea la sabiduría, cultura o quizás cansancio de la ciudadanía la que apoye mayoritariamente su eventual llegada al poder simplemente por la meritocracia.
En consecuencia, la elección pondrá a prueba la solidez institucional de Italia cuando existen desafíos de proporciones producto del nuevo mapa geopolítico global y la deriva de disrupción que ha producido la pandemia, la guerra ruso/ucraniana y la crisis energética que actúan como atizadoras de un sentimiento de adversidad que cruza a la sociedad contemporánea. La fortaleza de Italia de cara a este reto estratégico radica, entre otras cosas, en su compromiso con la Unión Europea en cuyo contexto las nuevas generaciones tienen claro cómo proceder.