Por Pablo Dittborn, ex Director General de Penguin Random House Chile

Durante el último Festival de Puerto de Ideas de Antofagasta, el matemático español Eduardo Sáenz de Cabezón finalizó su brillante exposición con una recomendación al público. “Salgan y roben libros en las librerías, pero háganlo en patota, porque solo así saldrá en la prensa y será la única manera que los medios se ocupen de los libros”.

Algo similar pareciera haber sucedido esta semana con la decisión de las autoridades de no perseverar con la presencia de Chile en la Feria de Frankfurt en la condición de país invitado de honor. Todo el mundo y en especial parlamentarios que se han acercado al libro por primera vez se han sentido autorizados a criticar la medida tomada. Son bienvenidos.

¿Sabrán estos críticos que la Feria de Frankfurt es una feria profesional y no abierta al público y donde no se venden libros? Solo se venden derechos de autor, traducciones y eventualmente diseños. Los derechos de autor se negocian durante todo el año y también fuera de las muy variadas ferias internacionales que hay. Que Frankfurt es la más importante, no hay duda.

¿Saben los críticos que todos los años el Ministerio de Cultura financia pasajes y estadía para que editores chilenos viajen a esa feria a intentar vender derechos de sus autores? Nunca han informado de los resultados obtenidos. Chile ha participado en dos oportunidades como país invitado de honor en la Feria de Guadalajara con un costo muy importante para una industria editorial como la nuestra.

No existe información sobre el incremento de ventas de ejemplares o de derechos a México ni a ningún otro país luego de esas asistencias. Tampoco hay señales del impacto positivo en la imagen de Chile por estas dos participaciones.

Podríamos deducir que la inversión hecha se transformó totalmente en gasto. Creo que como política pública es más conveniente y necesario desarrollar dentro de Chile una inversión en fomento del libro y la lectura, antes que tener un stand de 2.400 m2 de libros que no se venderán, por que no es el objetivo de esa feria.

Una política pública que no es evaluada posteriormente, difícilmente puede ser una buena política pública. Tanto Argentina como Brasil, que fueron países invitados de honor, han hecho una mala evaluación de su presencia ahí. La realización de una gran Feria Internacional del Libro en Chile, con autores de renombre y con profesionales de exitosas editoriales extranjeras, grandes y pequeñas, con agentes literarios internacionales que vengan a conocer nuestra realidad editorial y a exponer sus experiencias para una gran cantidad de lectores y profesionales del libro es más conveniente que intentar lucirnos fuera, donde los únicos beneficiados, serán los que viajen, por lo tanto, unos pocos.

El Ministerio puede contribuir a desarrollar ese programa profesional y cultural para situar a Filsa como una de las más importantes ferias del libro de Sudamérica. Luego pensemos en salir a jugar al exterior de manera profesional y con evaluaciones posteriores serias. Es injusto y triste que el libro entre a los medios de comunicación solo como crónica roja.