Por Pablo Lacoste, USACH - IDEA
La Moneda sigue con atención las elecciones presidenciales de Colombia, donde espera recibir una bocanada de aire fresco. Para el Presidente Gabriel Boric, sería oportuna la victoria del candidato de izquierda, Gustavo Petro, al cual podría sumarse Lula si gana en Brasil en noviembre. De todos modos, todavía hay que esperar que el pueblo colombiano se pronuncie.
En la primera vuelta Petro obtuvo 8,5 millones de votos, contra 6 millones de Rodolfo Hernández y 5 millones del derechista Federico Gutiérrez. Lo más probable parecía entonces que los votantes de Gutiérrez se inclinarían por Hernández, para cerrarle el camino a la izquierda. Las primeras encuestas consolidaron esta tendencia, atribuyendo una intención de voto de 52% para Hernández contra 45% de Petro.
Sin embargo, durante la campaña de segunda vuelta, las encuestas han mostrado el ascenso de Petro y la declinación de Hernández, llegando virtualmente a un empate técnico. ¿Qué está ocurriendo? El punto crítico parece ser la escasa capacidad de Hernández para inspirar confianza en las mayorías. Su estilo descuidado y políticamente incorrecto le permitió inicialmente atraer el interés de los jóvenes, cansados de los políticos tradicionales. Pero una vez ungido como candidato para segunda vuelta, con buenas posibilidades de ganar, Hernández fue sometido a un escrutinio más riguroso por parte de la opinión pública. Algunos comenzaron a preguntarse si sería compatible ese estilo transgresor y superficial con el espesor cultural que se requiere para hacerse cargo de la responsabilidad de gobernar un país de 50 millones de habitantes.
En los últimos días se han apagado todos los radares. Las leyes electorales colombianas prohíben la publicación de encuestas en la semana previa a los comicios, motivo por el cual en los últimos días los encuestadores se han llamado a silencio. No queda más remedio que esperar que el pueblo soberano de Colombia se exprese a través de las urnas.