Por Patricia Olivares, doctora y miembro del Centro de Bioética UC
Tanto el proyecto de matrimonio igualitario como el de despenalización del aborto hasta las 14 semanas no fueron aprobados por nuestro Parlamento esta semana.
Ambas iniciativas tienen varias cosas en común: corresponden a la agenda política de corte identitaria, han sido apoyados por gobiernos de distintas coaliciones y, podría decirse, que iniciaron su recorrido público en 2017, a fines del gobierno de Michelle Bachelet, pues en septiembre de ese año, se aprobó el aborto en tres causales, iniciándose la conocida trayectoria que ha seguido la ley de aborto en todos los países en las que ha sido aprobada, mientras que se inicia la discusión pública del matrimonio igualitario.
Una última semejanza es que son proyectos altamente controvertidos y que, incluso, una vez aprobados legalmente, mantienen dicha controversia al interior de las diversas sociedades. Hace algunos meses ambos propuestas parecían estar en la primera línea de la discusión; hoy, sin embargo, no lograron sobrepasar los obstáculos para materializarlos. ¿Qué se puede esperar con respecto a estos proyectos en el contexto del escenario que dejaron las últimas elecciones? La verdad es que los temas valóricos han sido apoyados y criticados por todos los sectores y utilizados con fines políticos en la izquierda y en la derecha.
Y no hay razón, por ahora, para pensar que esto cambie. Lamentablemente, independiente de la postura que se tenga, esto entorpece una reflexión de fondo que nos haga plantearnos las consecuencias de aprobar o no iniciativas de este tipo, con lo cual, gran parte de su poder de penetración cultural se diluye.
Lo valórico es aquello que consideramos valioso en sí mismo y que constituye el soporte de la cultura. Ser capaces de discutirlo, independiente de si se transforma en ley, o de si estamos a favor o en contra, nos enriquece, aunque no nos guste.