Por Patricio González Colville, Profesor e integrante del Centro de Investigación y Transferencia en Riesgo y Agroclimatología (CITRA) de la U. de Talca. Magíster en Agroclimatología

Junto al doctor en modelos bioclimáticos, William Campillay, desarrollamos un estudio titulado “Análisis climatológico e indicador de tendencias mediante ajuste lineal de las temperaturas máximas extremas de verano en Santiago, Talca, Chillán y Los Angeles”. Allí pudimos establecer que las temperaturas máximas extremas, a partir del año 2000 al 2023, se han venido incrementando cada verano.

Los indicadores de tendencia establecían que en 2024 y hasta 2026 deberían registrarse máximas extremas, entre los 37°C y 41°C, durante enero y febrero, fenómeno que está sucediendo actualmente.

La causa primaria a este fenómeno es el cambio climático. En 2023 la temperatura media anual del planeta estuvo 1,45°C por encima de los niveles preindustriales (1850-1900), lo cual estaría potenciado por la presencia actual del evento El Niño y la Oscilación del Sur, que está llegando a su máxima intensidad térmica durante este verano.

Al analizar las temperaturas máximas extremas se estima que, en los veranos sucesivos hacia 2030, se puedan ir registrando valores que superen a los anteriores, en algunas de las ciudades consideradas. Además, se observó que en las áreas rurales se están registrando dos a tres grados superiores a las urbanas.

Existe una progresiva tendencia térmica respecto a que los veranos se estén iniciando en noviembre, con temperaturas máximas extremas superior a 32°C durante varios días y que concluyan a inicios de abril, mes en donde se están a registrando máximas de entre 25 a 30°C, considerados como días de calor. Esto es perjudicial para la producción agrícola, pues hay un impacto en las pérdidas diarias de agua por evapotranspiración de los cultivos.

Calor extremo, con un verano de cinco meses sumado a la actual mega sequía, no es una combinación positiva para la agricultura futura.