Por Pedro Canelo, periodista peruano y autor del libro “Ojo de Tigre”
Ricardo Gareca, hombre de cábalas y costumbres, debe haber recordado que esto ya lo vivió antes. Tristeza, confusión, cuestionamiento y Santiago de Chile. El 11 de octubre de 2016, la Roja vencía 2-1 a Perú y los titulares desde Lima fueron un desfile de sentencias: “Eliminados otra vez”, “Adiós, Gareca”, “La historia de siempre”. Se ha repetido todo para el ‘Tigre’ menos dos cosas: el 11 base lo convencía a pesar de la caída y, desde el TAS, llegaron tres puntos que no esperaba nadie.
Aquí en Perú, las Eliminatorias 2026 se han convertido en una mirada de reojo a lo que hace “el ex”. El actual técnico de la Blanquirroja es Jorge Fossati, pero Gareca fue tendencia. Somos últimos en la tabla, pero por ratos, como esas parejas que rompieron después de una intensa y larga relación, hacemos la inútil comparación de que “a nuestro ex” le está yendo igual o peor.
Cuando escribí Ojo de Tigre entendí que las fórmulas de éxito de Gareca fueron tres: encontró el grupo después de la Copa América Centenario, extraordinario trabajo desde la parte mental (el psicólogo era Marcelo Márquez, quien ya no trabaja con Gareca) y el reencuentro con una identidad de juego (la posesión y buen trato del balón). Y si a esto sumamos los puntos perdidos con Bolivia por la mala inscripción de Nelson Cabrera, todo se pudo alinear a favor.
En Chile puedo ver que todo le está saliendo al revés. Gareca, con Perú, formó un grupo nuevo en 2016. Prescindió de Claudio Pizarro y Juan Manuel Vargas, pero le dio la confianza como capitán a Paolo Guerrero. El Tigre quiso hacer lo mismo con la Roja, pero dos de sus estandartes ya no están (Alexis lesionado y Bravo retirado) y su apuesta goleadora, Eduardo Vargas, deja la sensación que solo puede anotar si el portero rival se lesiona.
A pesar del entusiasmo de los primeros amistosos, Gareca luce desorientado en el armado del 11 chileno. Se molesta con sus jugadores porque “no tienen la pelota” y hace cambios en primer tiempo (Brereton) que no recuerdo haber visto con Perú en sus ocho años de gestión. Todo esto se agrava con la prensa casi unánime en contra (esto aquí sí lo vivió Gareca), con el hincha desencantado y con Arturo Vidal como el enemigo exiliado que pocos quieren.
Gareca no tiene un 11 base, no hay identidad de juego, tampoco referentes que defiendan el proceso y menos un apoyo dirigencial. Gareca está solo y ya no tendrá otra Copa América para enmendar el paso.