Columna de Pedro Pérez: Ley de cuidados paliativos universales, más allá de las buenas intenciones

Foto: AFP


Por Pedro Pérez Cruz, Jefe del Programa Medicina Paliativa y Cuidados Continuos de la UC

El proyecto de Ley de Garantías Universales para Cuidados Paliativos, que promueve que todas aquellas personas que tengan el diagnóstico de una enfermedad terminal o una enfermedad grave puedan acceder a Servicios de Cuidados Paliativos de calidad, oportunos y costo-efectivos, se encuentra actualmente en discusión en segundo trámite constitucional en el Senado. Esto implica la ampliación de la actual cobertura para pacientes con cáncer a pacientes con enfermedades terminales no oncológicas, como insuficiencia cardíaca, fibrosis pulmonar, cirrosis, esclerosis lateral amiotrófica, entre muchas otras, esperando aumentar la cobertura desde los 25 mil pacientes aproximadamente que fallecen por cáncer, a más de 40 mil personas al año en total. De esta manera, también nos alineamos con las recomendaciones de la Asamblea Mundial de la Salud, que llama a los países a fortalecer sus políticas en esta materia y con la propuesta de la OMS de considerar el acceso a los Cuidados Paliativos como un derecho humano.

Para que esta ley pueda implementarse de manera efectiva en Chile y así aliviar el sufrimiento de una manera real, es fundamental avanzar en al menos tres aspectos. Primero, adaptar la canasta de fármacos considerados en la garantía GES para incluir las enfermedades no oncológicas. Así se le deberá facilitar a esta población el acceso a analgésicos opioides, aumentar la disponibilidad de antidepresivos, ansiolíticos e inductores del sueño, y ampliar la variedad de fármacos que se usan para manejar síntomas frecuentes como dolor, náuseas o fatiga. Segundo, se requiere extender y fortalecer los servicios de atención paliativa en hospitales y centros de salud primaria, priorizando la atención domiciliaria de pacientes con enfermedades terminales cercanos al momento del deceso.

Pero para que este proyecto de ley vaya más allá de las buenas intenciones, y se transforme en una iniciativa que mejore sustantivamente la calidad de vida de estos pacientes y sus familias, será prioritario potenciar y fortalecer decididamente la formación de capital humano en atención paliativa efectiva. Este tercer punto es el que hará la diferencia para los pacientes y es justamente aquí donde el Estado y las instituciones de educación superior estamos al debe. Lamentablemente una proporción muy menor de los profesionales sanitarios del país tienen las competencias necesarias en esta disciplina. Según la versión 2020 del Atlas Latinoamericano de Cuidados Paliativos, en Chile sólo 3 de 20 escuelas de medicina y 2 de 45 escuelas de enfermería, tienen un curso independiente de cuidados paliativos en su malla curricular, evidenciando la baja prioridad de la formación en esta área. Este déficit requiere que trabajamos con urgencia en una política transversal de capacitación sobre estas competencias para todos los profesionales del sistema sanitario.

Recientemente la Corporación Nacional de Certificación de Especialidades Médicas, CONACEM, reconoció la subespecialidad de Medicina Paliativa del Adulto, permitiendo la certificación de médicos como subespecialistas en esta área, fomentando el desarrollo clínico y académico de esta disciplina. Queda pendiente que el Ministerio de Salud y la Superintendencia también avancen en esta línea, para que se generen los incentivos necesarios para trabajar en esta disciplina. Solo invirtiendo decididamente en la capacitación del personal de salud en esta materia y promoviendo su desarrollo en el sistema de salud, lograremos avanzar en mejorar la calidad de vida de los pacientes con enfermedades terminales y sus familias, además de procurarles un fin de vida digno y sin sufrimiento, como es la aspiración de tantas personas en nuestra sociedad y de tantos que trabajamos a diario en esta disciplina.

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