Columna de Rafael Rincón: La Inteligencia Artificial, un diálogo sobre límites y esperanza

Inteligencia artificial
Imagen referencial.


Por Rafael Rincón, Foro de Líderes de los Objetivos de Desarrollo Digital, Fundación País Digital

Ese día, Nurit preguntó:

—Profesor, ¿es usted optimista o pesimista con respecto al futuro de la Inteligencia Artificial? A mí me aterra.

Evito el pesimismo. Desincentiva la creatividad y la acción. Desconoce lo fantástico de esta era, la de mayor prosperidad de la historia humana. Tampoco soy “optimista”. No, si eso es creer que todo saldrá bien porque sí, que “en positivo y con buenas vibras todo fluye”. Así que recordé a Hans Rosling y respondí:

—Soy un “posibilista”. Trato de no esperar ni temer sin razón.

—¿Cómo así?

—Considera lo logrado y de lo que somos capaces, para bien y para mal. Ve lo pobres y primitivos que éramos, y venos ahora. ¿La IA? Mira el esplendor de sus beneficios y oportunidades. No es una opinión. Es un hecho. Será como la electricidad: cada vez más cosas dependerán de ella. También hay riesgos. Ser posibilista aquí es, reconociendo nuestros éxitos, capacidades, oportunidades y amenazas, saber que podremos progresar mucho más si hacemos lo correcto como creadores y usuarios de cualquier tecnología.

—Dicen que es un peligro existencial…

—Tres miedos nos atormentan: Un apocalipsis nuclear, uno ecológico y que la tecnología se nos salga de las manos. ¿Pero no hemos vencido ya retos colosales? Llevamos millones de años sobre la faz de la Tierra; hemos superado hambrunas, guerras mundiales, bombas atómicas, pandemias; hemos creado la mayor riqueza de la historia… ¡y tenemos el doble de expectativa de vida que hace un par de siglos! Vamos, no es poco. Eso no es ser optimista. Es hasta realista. Y es tener -decía Rosling- “una visión del mundo constructiva y útil”. Sí, las cosas podrían salir mal, pero dependerá de nuestras decisiones hoy. El futuro está abierto.

—¿Cómo tomamos las decisiones correctas para la IA?

—No tengo idea… no como experto en IA, quiero decir. Pero veámoslo desde la perspectiva del liderazgo estratégico. No estamos ante un desafío técnico, sino humano y de liderazgo, de actitud y aptitud para pensar y actuar ética y estratégicamente, más allá de la creatividad, la adaptabilidad. Te propongo cuatro claves.

—¿Cuáles?

—Uno: Conocimiento y conciencia. Comprensión del ser humano y de la tecnología como producto de su ingenio para resolver problemas, como “prótesis antropológicas que amplifican lo que ya somos”, en palabras del filósofo Gregorio Luri. Amplifican, no reemplazan lo que somos. Es ver lo diferente hoy; tecnología -el uso del fuego, herramientas, procesos, un vehículo robótico en Marte- y cambios disruptivos ha habido siempre. Lo nuevo está en la velocidad y naturaleza del avance tecnológico, en la frecuencia y alcance de las disrupciones (como la IA), y en nuestro inmenso potencial de impacto.

Piensa en cuán similares eran las vidas entre generaciones siglos atrás y en cuán diferente es para mí, a mis cuarenta y tantos, la vida antes y después de internet. Las máquinas de antaño nos ayudaban “sólo” a superar nuestras limitaciones físicas. Las de hoy, eso y millones de tareas que requieren inteligencia humana… sobrehumana, diría. Y no es sólo ganarle en el ajedrez a Kasparov o hacer la tarea con ChatGPT.

Dos: Sentido de responsabilidad. La IA nos da un poder que ni soñábamos, tremendo, para hacer el bien o causar daño. Por eso, es vital saber qué desarrollar, cómo, cuándo y hasta dónde. También asegurarlo y usarlo. No es parar el mundo.

Tres: Claridad moral y de propósito. Toda innovación o tecnología es buena si mejora nuestras vidas. Recordó Albert Cañigueral, en el Summit 2023 de País Digital, que el tecnólogo a secas dice “lo hago porque puedo”, pero el tecnólogo humanista dice “lo hago porque me importa”. Nos importan las personas.

Cuatro: Serenidad y calma. La primera contra el miedo y la ansiedad ante la tecnología y el futuro (para Marie Curie entender más ayuda a temer menos). La segunda -nos dijo Carl Honoré en conversación con el Foro de Líderes de los Objetivos de Desarrollo Digital- para encontrar el “tempo giusto”, el ritmo que permite reflexionar, decidir estratégica e inteligentemente, vivir en tiempos acelerados.

—Suena fácil…

—Y no lo es. Hay que dejar la visión misantrópica que nos trata como seres irremediablemente (auto) destructivos y egoístas. Si no pudiéramos hacer el bien y las cosas bien -y cooperar, hoy globalmente-, ya nos habríamos extinguido. Esto es ser posibilista y tener esperanza. ¿Sabes qué decía lord Jonathan Sacks de la esperanza?

—¿Qué?

—Que se necesita coraje para tenerla, porque es una virtud activa, y la convicción de que juntos podemos mejorar el mundo. Ya con la IA lo hemos hecho posible… y con sabiduría lo seguiremos haciendo.

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