Columna de Raúl Cordero: ¿Vuelve la sequía?

Sequía


Por Raúl R. Cordero, académico Universidad de Santiago

Los pronósticos más recientes emitidos por la agencia estadounidense del océano y la atmósfera, la NOAA, pronostican el rápido desarrollo de La Niña durante el segundo semestre. Este enfriamiento en la temperatura superficial del océano, frente a las costas de Ecuador y Perú, no favorece las precipitaciones en buena parte del Chile y podría traer de vuelta la sequía a la zona central.

El Niño y La Niña son las fases de una oscilación en la temperatura superficial del Pacífico tropical. Cuando se registra un evento de El Niño, es decir, cuando el Pacífico presenta temperaturas sobre típicos, las precipitaciones en Chile central tienden a estar sobre el promedio. Cuando se registra un evento de La Niña, es decir, cuando el Pacífico presenta temperaturas relativamente frías, las lluvias en la zona central tienden a ser escasas.

Los eventos de El Niño y La Niña tienen una enorme influencia sobre nuestro clima. Probablemente, El Niño contribuyó a las relativamente abundantes precipitaciones de 2023 en la zona central, que cortaron una larga racha de 14 años consecutivos de déficits. Los registros de la Dirección Meteorológica de Chile muestran que las sequías más extremas del último siglo, en 1924, 1968, 1998 y 2019, coincidieron con eventos de La Niña (una Niña “costera” en el caso de 2019).

Las caídas en las lluvias asociadas a La Niña pueden tener graves consecuencias socioeconómicas. Si la sequía vuelve, sus efectos se sentirán en la producción agrícola y en la seguridad alimentaria del país. Aunque las alzas temporales suelen pasar desapercibidas para buena parte de la población, los quintiles más pobres son muy vulnerables a cambios en los precios de los alimentos. Quizás no sea coincidencia que el estallido social se produjera durante el año más seco en 50 años en la zona central.

Los cambios interanuales en las lluvias probablemente continúen acentuándose como consecuencia del cambio climático. Un Chile más resiliente requiere nuevos mecanismos para minimizar los impactos asociados a esos cambios.