Por Renata Almada, psicóloga deportiva y clínica, comunicadora y panelista TNT Sports
Junto a la reanudación del fútbol chileno, vuelven a instalarse en el imaginario colectivo de la fanaticada temáticas que siembran la ilusión y a la vez la incertidumbre. Hemos sido testigos de un mercado de pases que se ha caracterizado por los “cambiazos”, futbolistas identificados con un equipo y que, sorpresivamente, cambian de vereda y arriban al terreno rival. Un tema no menor en un deporte que se rige por el sentido de pertenencia y que por dicha razón, instaura en el hincha la desconfianza y lo lleva a interpretar y decodificar, por lo menos en una primera instancia, esa conducta como un inminente signo de atentado contra la identidad del grupo.
Una de las necesidades básicas del ser humano es sentirse parte de un colectivo y, consecuentemente, no medir esfuerzos por defenderlo. Extrapolando esa lógica al contexto fútbol, logramos entender (jamás con el afán de justificar) el porqué del surgimiento de actitudes y comportamientos discriminatorios o en palabras técnicas, el rechazo psicosocial hacia el “futbolista-intruso”. El desafío radica en el hecho de que el jugador deberá apoyarse o desarrollar ciertas aptitudes psicoemocionales como lo son la tolerancia a la frustración, capacidad de reacción ante la adversidad, paciencia, empatía, espíritu de sacrificio y compromiso para lograr derribar esa primera impresión estereotipada y plagada de sesgos y prejuicios que le es injustamente adjudicada.
Más allá de entrenar las competencias tácticas y físicas, ese desafío requiere un constante trabajo en pos a la fortaleza mental que servirá como un factor de protección en un periodo intranquilo, además de resultar ser una potente herramienta para paliar la hostilidad fruto de cualquier tentativa de enjuiciamiento moral.
Los reinicios albergan multitud de significados y posibles desenlaces. Para unos podrá significar la esperanza de redención y el cesar del eterno retorno a lo mismo, donde la tónica de las últimas temporadas ha sido la subordinación del desempeño deportivo a los patrones disfuncionales de comportamientos y elecciones arbitrarias que a la fecha, contribuyen con un vaticinio pesimista por parte del hincha y, para otros, el agridulce reto se anida en el hecho de convivir y gozar del status de ser el actual monarca y a la vez, verse obligado a echar mano de estrategias para prevenir y contrarrestar temores inconscientes que subyacen a esa tarea.