Columna de René Garreaud y Martín Jacques: Olas de calor más frecuentes

FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO


Por René Garreaud, director del (CR)2, profesor Depto. de Geofísica FCFM Universidad de Chile; y Martín Jacques, investigador del (CR)2, profesor Depto. de Geofísica CFM Universidad de Concepción

Las olas de calor –períodos de tres o más días en que las temperaturas máximas alcanzan niveles muy por encima del promedio– pueden ocurrir en cualquier lugar y estación del año, pero generan situaciones especialmente sensibles y potencialmente peligrosas durante el verano en el valle central de la zona centro de Chile.

Estas olas de calor se asocian a la fase de desarrollo de una baja costera que produce alta estabilidad atmosférica, cielos completamente despejados, intensa radiación solar y vientos que soplan desde la cordillera hacia la costa, deteniendo la ventilación que ocurre cuando el aire marino ingresa al valle central, con lo que disminuye también la humedad.

Así lo hemos experimentado esta semana, con temperaturas máximas sobre los 31°C. Los pronósticos indican que el fin de semana será incluso más cálido. Seguramente cerraremos noviembre con cuatro olas de calor en esta zona, una situación sorprendente en primavera.

A medida que el cambio climático incrementa las temperaturas promedio a lo largo de Chile central, aumenta la probabilidad de que una baja costera gatille una ola de calor. Eso explica el incremento de estos eventos cálidos en las últimas décadas, en algunos casos duplicando el número que ocurría históricamente, y todo indica que esta tendencia continuará en el futuro.

Aunque las olas de calor en Chile no alcanzan niveles extremos (sobre 45°C) observadas en regiones más continentales (como el centro de Argentina o el interior de Australia), nuestros eventos constituyen una amenaza para el bienestar humano y diversas actividades económicas, especialmente del sector silvoagrícola, debido a golpes de calor y propagación de incendios forestales.

Para mitigar los efectos adversos de las olas de calor, son fundamentales el pronóstico de corto plazo (3-5 días), además de la identificación y el monitoreo de señales precursoras de gran escala en la atmósfera y el océano (7-14 días). Adicionalmente, las proyecciones climáticas, que anticipan condiciones más cálidas para las próximas décadas y fin de siglo, nos instan a adaptarnos a un escenario desafiante.