Columna de Ricardo Hurtubia: Medicina para nuestras ciudades

Ciclovia
Foto: Andrés Pérez


Por Ricardo Hurtubia, Profesor Asociado, Escuela de Arquitectura & Departamento de Ingeniería de Transporte UC. Investigador Principal, Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS).

Si le ofrecieran un medicamento que reduce la probabilidad de morir por enfermedades cardiovasculares en 26% y la de morir por cáncer en 16% ¿estaría dispuesto a tomarlo? Si este medicamento fuera además bueno para la salud de su ciudad (al reducir ruido, contaminación y congestión) y la del planeta (por reducir emisiones de gases de efecto invernadero) ¿Le parecería razonable que fuera promovido por el Estado?

Esta medicina es el uso cotidiano de la bicicleta como modo de transporte urbano. Sus beneficios han motivado a muchas ciudades a promoverla de manera muy decidida. Los ejemplos de Países Bajos y Dinamarca son bien conocidos, a los que se suman los más recientes casos de Londres y París, esta última objeto de la implementación masiva de nuevas ciclovías (quitando espacio al automóvil) y logrando que hoy, en sus zonas céntricas, haya más viajes en bicicleta que en auto.

Nuestras ciudades han sido mucho más tímidas y, si bien el número de ciclistas urbanos es evidentemente creciente, estamos lejos de aprovechar todo su potencial. Sólo en Santiago, la mitad de los viajes que se hacen en auto diariamente son de menos de 5 km de largo y 28% son de menos de 2km, distancias fácilmente pedaleables.

¿Qué falta entonces? Muchas cosas, pero principalmente infraestructura ciclista de calidad, que permita desplazamientos expeditos y seguros a quienes se podrían beneficiar de un cambio a este modo, pero que hoy no se animan o atreven. Las ciclovías son de bajo costo y -cuando se hacen bien- de alto impacto, pero su construcción enfrenta diversas dificultades que nos impiden avanzar con la velocidad necesaria.

Felizmente hay iniciativas, como la reciente creación de la Unidad de Movilidad Activa dentro del MTT y el ambicioso plan de ciclovías del GORE Metropolitano, que apuntan en la dirección correcta, pero que no son suficientes. La urgencia del cambio climático nos debería animar a impulsar cambios mayores, orientados a reducir el uso del automóvil y a aumentar el del transporte público, la caminata y la bicicleta. Esto hoy nos podrá parecer difícil, o incómodo, pero las ciudades del futuro lo agradecerán.

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