Columna de Robert English: Putin y la fanfarronería de Prigozhin
Por Robert English, académico de la Universidad Southern California, especialista en política contemporánea de Europa del Este y Rusia
Vladimir Putin sigue firmemente en control, y la guerra de Ucrania no va a terminar pronto. A medida que pasa la emoción del “asunto Wagner” y vemos las cosas con la razón y no con la emoción, se nos presenta una imagen más realista. En lugar de una amenaza mortal al gobierno del Presidente ruso, lo ocurrido el fin de semana se trató de una minirrebelión del jefe de una empresa militar privada que simplemente temía perder su autonomía. En lugar de un golpe que estuvo a punto de triunfar, dejando a Putin lisiado y débil, fue un gesto condenado al fracaso cuyo colapso destacó la fuerza de Putin.
Yevgeny Prigozhin, que lideró el breve levantamiento y dirige el Grupo Wagner desde hace una década, saltó a la fama a principios de los 2000 gracias al patrocinio del propio Putin. De cocinero de comida rápida a rey del catering, el espíritu empresarial de Prigozhin no se limitó a la cocina. Se hizo útil a Putin con varios proyectos, desde la producción de un documental que atacaba a los oponentes del Presidente hasta la creación de la granja de trolls “Internet Research Agency” que hackeó las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016.
Por supuesto, su empresa más conocida fue Wagner. Desde la rebelión de Donetsk en 2014 hasta Siria y la República Centroafricana en la década siguiente, los combatientes de Wagner emprendieron tareas que eran demasiado delicadas o desagradables para el Ejército ruso. Más recientemente, Wagner encabezó la sangrienta batalla de Bajmut: reclutó a convictos que nunca podrían optar al Ejército regular, pagándoles mucho más que a los soldados regulares, a cambio de aceptar bajas mucho más altas de las que el Ejército podría tolerar.
Aquí es donde Prigozhin y Putin empezaron a separarse. La terrible experiencia de Bajmut parece haber endurecido y radicalizado a Prigozhin, resintiendo y despreciando abiertamente al Ejército ruso. Entretanto, ese mismo desprecio y fanfarronería alarmaron a Putin e impulsaron su decisión de poner a Wagner bajo la autoridad del Ejército regular. En realidad, la rebelión de Wagner comenzó hace dos semanas, cuando Prigozhin se opuso a la orden de someterse al Ministerio de Defensa.
Sí, la torpeza del Ministerio permitió al veloz Prigozhin ocupar temporalmente la base de mando en Rostov. Y sí, algunos ciudadanos aplaudieron brevemente a los combatientes de Wagner. Pero no se trataba de un levantamiento de masas, y no consiguió atraer a desertores militares ni de las bases ni del cuerpo de oficiales del Ejército ruso. Hasta que no veamos protestas públicas a gran escala, y hasta que no se produzcan numerosos actos de desobediencia o desafío por parte de la élite rusa, el control del poder por parte de Putin parece seguro.
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