Por Roberto Ampuero, ex canciller de Chile
Las “side letters”, recurso empleado por el gobierno para dilatar la ratificación del TPP11, se parecen a los “resquicios legales” que usó Salvador Allende con el fin de impulsar expropiaciones eludiendo al Congreso. Según juristas, el resquicio utiliza “una regla establecida forzando su propósito para lograr un resultado deseado”. Elaborada por el asesor de Allende, Eduardo Novoa Monreal, la estrategia quebró la confianza entre el Ejecutivo y el Legislativo, y lo demás es historia.
Ahora las “side letters” situaron al Presidente Gabriel Boric en un escenario implacable y cruel: el de perder-perder. Si ellas lo llevan a aprobar el TPP11, perderá ante su base radical; si lo arrastran a rechazarlo, perderá ante el Congreso y los chilenos; y si lo empujan a una dilatación perpetua, caerá en una prolongada agonía que lo hará perder ante su base, el Congreso, los chilenos y los socios del TPP11.
Las cartas-resquicio proyectan de mala forma a Boric: como un político irresoluto que deja a otros funcionarios y países que decidan por él, convirtiendo de paso a Chile en una hoja a merced de vientos ajenos llamados a imponer rumbos y plazos, admitiendo la falta de puentes entre las dos almas que levitan en La Moneda. Su conducta elusiva no nos recuerda a Allende, sino a Ramón Barros Luco y su frase: “Hay dos clases de problemas en política, los que se resuelven solos y los que no tienen solución”.
Boric debe apartarse de los “resquicios legales” de Allende, de la filosofía política de Barros Luco y de la absurda disyuntiva del Asno de Buridán que, incapaz de escoger entre tomar agua o comer heno, termina muriendo de sed e inanición. Sabemos que el Presidente admira a Allende, algo que refrenda con citas extraídas de sus discursos icónicos, nutridas referencias a él, unas gafas de montura negra, y ahora con “cartas laterales” que le causarán más daño colateral. Boric debe recordar que cuando intenta imitar a una figura histórica, resuena lapidaria la frase de Karl Marx: “La historia ocurre dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”.