Por Roberto Ampuero, ex canciller de Chile
Las intervenciones del Presidente Boric en política exterior, y recientemente, su discurso ante la ONU, plantean una interrogante esencial tras su derrota plebiscitaria y la creciente influencia de la izquierda moderada en el gobierno: ¿Qué se propone ahora en política exterior?
Su base electoral de la primera vuelta fue una suma de voluntades, a veces contradictorias, cuyo aglutinante era el rechazo al “sistema neoliberal”, y en la segunda el aglutinante fue evitar el triunfo de José Antonio Kast.
Una alianza “molecular” así permite articular voluntades que se oponen a algo, pero su desafío radica en articular un programa a favor de algo. Una mayor presencia de la centroizquierda en su gobierno podría ayudarlo a salir de entre las cuerdas, a definir sus objetivos tras la derrota del 4S, y a incorporar experiencia y nexos internacionales.
Retardar la ratificación del TPP11 y la modernización del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea expresa la voluntad reactiva, pero no una capaz de cristalizar alternativas técnicamente viables.
¿Y cómo entender la idea del mandatario de condicionar las exportaciones de cobre, litio e hidrógeno verde a cambio de que los países ricos modifiquen sus patrones de consumo? Esta propuesta es una desmesura de quien preside un país cuyo desarrollo depende del acceso a los mercados internacionales, en este caso de mercados de 900 millones de habitantes.
Veo la misma desmesura en su llamado de atención -equivocado, además- al Rey de España en Chile, y la crítica a los países ricos que no participaban en Los Angeles en un foro ecológico. Y last but not least, ¿cómo interpretar su acto de ofender al Embajador de Israel, a su pueblo y Estado, alegando razones humanitarias cuando no se pronuncia sobre las dictaduras de Cuba y Venezuela? En el caso de Israel lo delicado para el Presidente no es sólo la ofensa sino también su historial de declaraciones contra Israel, lo que le valió el calificativo de antisemita de organizaciones judías. Esto es de efecto impredecible para Boric, que debiera subsanar cuanto antes.
Su discurso en la ONU fue ecléctico, y lo dirigió, por segmentos, a su base radical nuclear, a los chilenos y a la cultura de la neoizquierda internacional, lo que puso de manifiesto su dificultad para articular un discurso unitario.