Por Rocío Zepeda, Académica de la Escuela de Gobierno y Administración Pública de la Universidad Mayor, y doctora en Ciencia Política.
“Hay que tener un poquito más de humildad, porque nosotros, los presidentes, pasamos, pero las instituciones y los pueblos quedan”. Esa fue la respuesta del Presidente Gabriel Boric frente a las opiniones del Presidente y del ministro de Economía de Argentina.
La oposición ideológica entre Boric y Javier Milei es algo que queda a la vista, ya que mientras uno se define como un anarcocapitalista y libertario, que aboga por un Estado pequeño y ojalá inexistente, el otro representa lo opuesto: un líder político de izquierda progresista. No obstante, esta oposición no debiese ser razón para caer en ese tipo de ataques.
Existe una diplomacia de larga data, que se mantuvo incluso cuando ambos países tuvieron mandatarios ideológicamente opuestos, lo que ha contribuido al crecimiento y a la convivencia pacífica entre ambas naciones. Diplomacia que, al parecer, no le interesaría conservar al gobierno argentino.
El ataque, la denostación y el ninguneo son hechos que tampoco debiéramos aceptar como ciudadanos, por respeto a nuestra institucionalidad.
Ser patriota es defender a la patria y todo lo que ella conlleva, como el orden institucional establecido y la legitimidad de nuestros gobernantes democráticamente electos.