Columna de Rodrigo Campusano: Adiós al profesor Ravani
Por Rodrigo Campusano, periodista.
“Yo inventé a Carcuro”, solía decir Ravani en sus clases de Televisión. Y a varios más. Hablaba de la tele con total propiedad y conocimiento de sus protagonistas. Era un tipo respetado (y a veces odiado) en el ambiente. Su carácter implacable y sus métodos poco ortodoxos dejaron huella, sin duda, en las aulas y en los canales por donde pasó.
Ravani tenía miles de anécdotas y no escatimaba recursos para -con un humor hoy prohibido- contar que había descubierto a tal o cual personaje; o que él estaba cuando todo estaba pasando. Era fanfarrón Ravani, pero buena parte de lo que decía tenía solo el tono aspaventoso, y el fondo real. Tenía salidas bien divertidas y era -sobre todo- muy exigente. Le preocupaba que la creatividad primara en los contenidos desplegados durante sus cátedras. Y, por supuesto, teníamos chipe libre para hacer el humor más irreverente que pudiéramos crear.
Era jodido Ravani: si llegabas tarde, te ponía un uno; si no bloqueabas el trípode, otro uno; si andabas con las baterías descargadas, otro uno. Algunos estudiantes llegaban al final de semestre con promedios morados de rojos. Pero entonces Eduardo Ravani se ponía el traje de su personaje más bonachón y ofrecía borrar los unos con trabajos “urgentes e impecables”. Generaba impresionantes carreras de futuros periodistas angustiados por no echarse el ramo. Y la mayoría lo salvaba y aprendía a toda prisa con los métodos de Zañartutito.
Así era Ravani. No soportaba que lo relacionaran con la derecha y no aceptaba a quienes lo señalaban como el director del circo de la dictadura. “No se podía hacer mucho y la gente merecía un poco de diversión”, respondía.
El broche de oro de su cátedra fue cuando más cerca del final de semestre nos llevó a Chilefilms, donde grababan el Japenning con Ja. Nos recibió vestido de El indio en mitad de la pobla y nos explicó cómo funcionaba todo en el switch y en el estudio. Una compañera le pidió curiosa: “Profe, pero háganos al indio, po’”. Ravani la miró concentrado, entró en la piel de su personaje marginal y contestó con la voz raspada: “Lorea lo que te digo”.
Director, guionista, periodista y comediante. Todo eso fue Ravani. Era divertido también. Al final del curso de Televisión II nos sorprendió con un asado “en mi parcela de Pirque para todos los que aprueben”. Allá llegamos a beber y comer, mientras él se paseaba en traje de baño imitando al señor Zañartu y gritando obscenidades a sus perros. Se carcajeaba Ravani. Ya entrada la tarde nos volvió a recordar que él había inventado a Carcuro. Y no era mentira; el propio Pedro lo reconoció triste (y parcialmente) al enterarse de la partida de su compañero: “Eduardo Ravani es responsable en alguna medida, él me llevó a trabajar a la productora que participó de la marca blanca de TVN”.
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