Por Rodrigo Goldberg, ex jugador de Universidad de Chile y ex director deportivo de Azul Azul
La dura derrota azul en el Estadio Monumental generó, como era de esperar, las más virulentas reacciones. La necesidad de buscar responsables es obvia y pasional. Pedir la cabeza del cuerpo técnico y dirigentes encabeza todas las listas.
No tengo el gusto de conocer a Luis Roggiero: solo sé de su trayectoria y particular manera de trabajar. Conoce el cargo, sin embargo, algunas decisiones y plazos me llaman poderosamente la atención.
Nuestra salida de la U se dio formalmente en mayo de 2021, aunque en la práctica fue mucho antes. Y si bien el ecuatoriano asumió en septiembre de ese año, es un hecho que empezó a trabajar con anterioridad y es muy lógico que así haya sido. Entonces, con seis o siete meses y toda la información a mano (principalmente el costo de los contratos vigentes), ¿por qué demoraron tanto en terminar de configurar el plantel? Honestamente no me calza con el perfil del director deportivo, que si algo tiene es capacidad de planificación. Insisto, no lo conozco y no es mi intención “prestarle ropa”. Pero una persona que deja su país y su exitoso puesto no lo hace sin saber a qué va y con qué elementos va a contar. No calza.
Muchos se preguntan las competencias que debe tener un gerente deportivo. A las básicas, cómo manejo presupuestario, capacidad de negociación y un importante nivel de contactos, se suman habilidades blandas de comunicación y relacionamiento. Con el plantel y, en especial, con un directorio que no siempre comparte tu visión. Ese “amortiguador” entre el gobierno corporativo y la cancha es el elemento más complejo y estresante. Es el que te sube o baja el pulgar.
Con la experiencia vivida, y los errores cometidos, me atrevo a asegurar que si ese puesto no se sustenta en un plan estratégico las posibilidades de éxito son aleatorias. La UC es el mejor ejemplo.
Sin plan no hay objetivos, sin objetivos no hay control y sin control la entropía se apodera de todo. No sé ustedes, pero personalmente no los he escuchado de manera clara.
Luis Roggiero está en el ojo del huracán y claramente ha errado en algunas decisiones. Pero apuntar a él es tapar el sol con un dedo. El éxito no está en la persona, está en el plan y la convicción absoluta de quienes lo llevan a cabo.