Columna de Rodrigo Goldberg: La cueca en pelotas
Por Rodrigo Goldberg, ex jugador y exgerente deportivo de Universidad de Chile.
El lío de la Supercopa es la prueba de que entramos en un punto peligroso hace mucho tiempo. Una más. Se pudo pensar en que tocamos fondo, pero el cerco se va corriendo cada vez más abajo. Se llega a decir ‘12 mil personas, qué rico’, pero antes el Superclásico se jugaba con 80 mil. El fútbol está castrado. Esos 12 mil ahora parecen un premio.
Estamos en caída libre, con un fútbol coartado, que no tiene la fuerza y la jerarquía para pararse solo. Lo que está pasando es un reflejo de las malas decisiones que se vienen tomando hace mucho tiempo. De normas que rascan donde no pica, de exigencias de guardias que no sirven, de hacerles cumplir a los clubes normas que no sirven. Estadio Seguro termina siendo un león sin uñas y sin dientes, que solo recomienda. Hay cada vez más actores. Hoy se meten los delegados presidenciales, que tienen menos fútbol que la revista Avon y a quienes da lo mismo una actividad que mueve a tanta gente.
La conclusión triste de todo esto es ‘juguemos con poquita gente, así podemos’. Termina siendo un espectáculo triste. Es decirles a los violentos que ganaron. En esta guerra, la batalla contra la violencia ya se perdió. Hay que rediseñarla, volver a idearla. No es bombardear todo, sino replantearse cosas mínimas. Hay que ver cómo la enfrentamos, cómo lo hacemos. De esta forma ya no resultó. No son 200 guardias amarillos más. O más vallas. O cambiar el clásico de regiones. Es resolver cómo tenemos una legislación que no permita que esta gente entre más a los estadios. Y ahí empieza el problema de que los tipos se saben las leyes al revés y al derecho. Siempre van un paso adelante.
Sortear el hotel fue el colmo. Es para la risa. Eso, incluso, atenta contra el derecho de cualquier ciudadano o institución privada a decidir donde quedarse, donde alojar. O sea, una entidad que cumple la ley ve coartados sus derechos en pos de que estos ‘niñitos’ no hagan nada. Es, de verdad, la cueca en pelotas. Vivimos de acuerdo a lo que ellos nos permiten. Terminamos ‘agradeciendo’ un clásico con 10 mil personas, cuando debería ser a estadio lleno, de noche. Y no se puede. Todos sabemos por qué.
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