Columna de Rodrigo Guendelman: “10 años de amor por Santiago”
Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
Hace exactamente 10 años y un día, un sábado 29 de octubre de 2011, escribí en este mismo espacio una columna llamada “Santiagoadicto”. Fue el inicio de muchas cosas importantes que han pasado en mi vida profesional y, simultáneamente, el comienzo de una ola de reconocimientos internacionales para esta ciudad que amo. Por supuesto que ambas situaciones no tienen relación alguna, pero pucha que ayudó a convencer a más personas de que la capital de Chile era un lugar que había que mirar de otra manera. Una manera cariñosa, propositiva y, sí, crítica, pero de la misma manera en que se aborda críticamente a un ser querido.
Apenas salió publicada esa columna, el mismo día abrí una cuenta en Twitter con el nombre @santiagoadicto y a las pocas semanas hice lo mismo en Instagram. A la fecha, en esa red social donde mandan las fotos hay casi 10 mil publicaciones. Hay toneladas de contenido. Hay contexto para conocer y aprender, porque así se quiere y así se cuida. Hay una comunidad. Hay un grupo grande de gente que encontró un lugar donde mostrar su aprecio por el lugar donde vive. Si durante los primeros años las fotos que subía a Instagram eran todas mías, tomadas con un teléfono, hoy más del 80% de las imágenes pertenecen a una intensa y brillante red de colaboradores, entre los cuales se incluyen a los grandes fotógrafos de Chile que usan cámaras profesionales, genios del drone que han permitido mirar cada vez más a Santiago desde el aire y miles de personas que contribuyen creativamente y con talento usando sus celulares.
Santiagoadicto, después de 10 años, somos muchos. Insisto, una comunidad. Y somos, además, parte de un ecosistema de cuentas y proyectos que hablan positivamente de Santiago. Hace una década era contraintuitivo plantearse como un proyecto de adicción por Santiago, con un logo que incluye un corazón que sangra de amor y usa el lenguaje del stencil (una genialidad de mis queridas amigas de Draft Diseño).
Hoy no sólo hay muchas cuentas que admiran la ciudad (AmoSantiago, SantiagodeChile.cl, WalkingStgo, Santiaguista, Santiaguino, SantiagoMeMata, Santiago24Horas, SantiagoDeCielos, SantiagoPanorama, SantiagoPoh, SantiagoArquitectura, SantiagoLovers, StgoaPata, StgoDice, OhStgo, StgoQuerido.cl, StgoEsDeTodos) sino que han surgido proyectos que buscan destacar aspectos específicos de la ciudad, como las puertas (el_caza_door), el río (MapochoVivo), los cerros isla (cerrosisla), las cumbres (proyectomiradores / fboestsch), los muros pintados (enzo_zavelli), el patrimonio (brugmann_restauradores / @enterrenochile) y la arquitectura (ciudad_virtual).
Volvamos a un punto planteado al inicio: la mirada internacional. En enero de 2011, el diario The New York Times publicó su clásica lista “The 41 places to go”. Ese año, Santiago no sólo apareció en la lista, sino que fue el número uno. Y recomendado por el diario más influyente del planeta. Al año siguiente, CNN Internacional seleccionó a Santiago como una de las tres ciudades más cautivantes del mundo. Y los piropos siguieron y siguieron. La estación de metro Universidad de Chile fue elegida como una de las más lindas del mundo por BBC Culture. El Mercado Central fue seleccionado como uno de los más destacados por National Geographic. Y Travel + Leisure ubicó a la Quinta Normal como uno de los parques más bonitos. Son sólo algunas condecoraciones. Esa positiva visión desde afuera, sumada a la apertura de grandes espacios culturales como el GAM (septiembre de 2010) y el Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Cerrillos (septiembre de 2016) , la llegada a Santiago de festivales internacionales como Lollapalooza (abril de 2011), el inicio de festivales de intervención urbana como el Hecho en Casa Entel (noviembre de 2012), la apertura de grandes parques urbanos (Parque de la Familia, Víctor Jara, La Hondonada, Pierre Dubois, Bicentenario de la Infancia, Bicentenario de Cerrillos, Santiago Amengual) y la eliminación de 100% de las aguas servidas del río Mapocho con un notable proyecto de ingeniería desarrollado por Aguas Andinas (que incluye plantas para tratar esas aguas y transformarlas en energía limpia), forman parte del círculo virtuoso que ha ocurrido en Santiago, mi ciudad (jamás digo “la” ciudad).
Es cierto que los últimos dos años nos han obligado a los santiaguinos (y a todos los chilenos) a hacernos preguntas, a reflexionar, a enfrentarnos a un daño al espacio público nunca imaginado y a sentir que hay partes de la ciudad donde no todos somos bienvenidos (hace menos de dos semanas fui agredido con un piedrazo en la cara a metros del Puente Pío Nono). Es un hecho que nuestra ciudad tiene deudas profundas con sus habitantes, especialmente en todo lo que implica la segregación urbana. Hay muchísimo que resolver. Pero eso no es razón alguna para dejar de querer el lugar donde uno vive. Es ese paradigma el que llevamos una década tratando de impulsar. Porque, como dice la “bajada” de Santiago Adicto, “no es que la gente quiera a las ciudades porque son bellas, las ciudades son bellas cuando la gente las quiere”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.