Columna de Rodrigo Guendelman: 30 años
Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
Hace algunas semanas, en la columna titulada “Lo público (y el vaso medio lleno)”, me comprometí a hablar con más profundidad acerca de los parques que se han creado en Chile en las últimas tres décadas. Una política pública de 30 años exactos que partió en 1992, y que se conoce como “Programa de Parques Urbanos”, ha logrado el desarrollo y/o conservación de 161 parques urbanos en todo el país (terminados o en proceso de finalizar). Eso se traduce en más de dos mil hectáreas de superficie destinadas a este tipo de espacio público, las que en varios casos implicaron reemplazar un vertedero ilegal por un espacio para la contemplación.
No hay región que haya quedado afuera de esta política de Estado, y de las 92 comunas que han sido beneficiadas, la mayoría son aquellas que sufren el alto precio de la inequidad territorial. Qué mejor ejemplo que el Parque La Bandera en San Ramón, que empezó a construirse en 1992 y que le regaló más de nueve hectáreas a la Población La Bandera y al resto de la comuna. O el Parque Violeta Parra en Lo Espejo, que se inauguró en 1995 y entre cuyos arquitectos del paisaje contó con la genialidad de Carlos Martner, el responsable de algunos de los más importantes espacios que tiene el Parque Metropolitano.
Ese es un dato importante para considerar: varios de estos parques urbanos de origen público han sido diseñados por grandes arquitectos chilenos. ¿Ejemplos? El Premio Pritzker, Alejandro Aravena, y su oficina Elemental, estuvieron a cargo del Parque Bicentenario de la Infancia (Recoleta, inaugurado en 2012, cuatro hectáreas). El Premio Nacional de Arquitectura, Teodoro Fernández, trabajó con su oficina y llevaron a cabo el Parque Kaukari en Copiapó (15 hectáreas, inaugurado en 2018). Cristina Felsenhardt estuvo a cargo del Parque Lambert en La Serena (1ª etapa inaugurada en 1999 y 2ª etapa en 2017, 4 hectáreas) y la oficina Montealegre Beach ha sido responsable del Parque André Jarlan en Pedro Aguirre Cerda (11 hectáreas, inaugurado en 1996) y del Parque Bicentenario de Cerrillos (50 hectáreas, inaugurado en 2011).
Pero volvamos a lo fundamental. Desarrollar un parque público en una comuna vulnerable es un acto de equidad social, una forma directa y contundente de democratizar el acceso al paisaje, a la belleza, a la posibilidad de escapar del hacinamiento. “Un caso notable es el relatado por Ricardo Puelma, un niño que creció bajo los puentes del Mapocho y que, en un libro autobiográfico, “Arenas del Mapocho” (1941), transmite lo que fue para él la Quinta Normal. Cruzaba sus rejas y, como por encanto, se sentía dignificado. En ese lugar él no era un niño marginal, era otro habitante más de una ciudad donde había jóvenes, viejo, ricos y pobres. Ahí era, como se fue dando cuenta con el paso de los años, un ciudadano”.
El texto que acaban de leer es del gran cronista Miguel Laborde, quien con su texto titulado “El nacimiento de los parques” colaboró con el libro “30 años, Programa Parques Urbanos. Ministerio de Vivienda y Urbanismo”, que hace algunos meses lanzó el MINVU y que entrega suficiente información como para estar orgulloso de esta labor de Estado que ha legado muchas hectáreas de patrimonio natural. Laborde regala otra reflexión de lujo: “Si alguna vez se dijo que las plazas son los lugares para encontrarse con otros y los parques son creados para perderse de los demás, se hace evidente su necesidad. Sin tiempo ni espacio para sí mismo, sin posibilidad de una vida interior, el ser humano se deshumaniza. Tal como los mamíferos reducidos a espacios estrechos, aumenta su agresividad. El parque le restituye su plena condición humana”.
Una de las muy positivas consecuencias políticas de este gran desarrollo de parques públicos desde 1992, es que cada Presidente/a ha hecho un esfuerzo por legar “su” parque. Así, recordamos a Patricio Aylwin con el Parque de los Reyes, a Ricardo Lagos con el Parque Bicentenario de Cerrillos y a Sebastián Piñera con el Parque de la Familia, entre otros. Es más. Si observamos los parques que se han desarrollado a lo largo del río Mapocho, difícil habría sido que Piñera apostara por el Parque de la Familia si no hubiera existido el Parque de los Reyes y que, dejando como legado el Parque de la Familia en su primer período, Piñera hubiera apostado doble por el Parque Mapocho Río, que permitirá llevar esa línea continua de parque público hasta Américo Vespucio en su próxima inauguración. Cuando en nuestro país se repite con insistencia que los últimos 30 años han sido sinónimo únicamente de desigualdad y de todo tipo de aspectos negativos, hace bien matizar esa discusión con argumentos que, en este caso, se traducen en más de veinte millones de metros cuadrados de equidad, democracia y patrimonio natural.
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