Columna de Rodrigo Guendelman: Ciudad Accesible

Santiago 2023
Villa Panamericana. Foto de Marcelo Hernandez/Santiago 2023 vía Photosport


Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna

Estamos en plena Teletón. Anoche partía la versión número 45 de este evento, fundamental para una institución que ha ayudado a miles de personas a tener una mejor vida. Es, además, la antesala perfecta para los Juegos Parapanamericanos, que comienzan la próxima semana, desde el viernes 17 hasta el domingo 26 de noviembre. Difícil encontrar un momento más propicio para hablar de discapacidad, accesibilidad universal, diseño universal y repasar la manera en que hablamos cuando queremos referirnos a una persona con discapacidad. Partamos con algunos datos que deberían hacernos sentir orgullosos.

¿Sabías que 336 departamentos de la Villa Panamericana en Cerrillos tienen accesibilidad universal? Eso es aproximadamente un 20% del total de los departamentos que ya ocuparon los atletas para los Juegos Panamericanos, que ahora serán el hogar provisorio de los atletas que vienen a los Parapanamericanos y que, desde el próximo año serán el hogar definitivo de cientos de familias chilenas. Notable, pues la Villa Panamericana se transforma así en uno de los primeros complejos habitacionales construidos con ingeniería y arquitectura inclusiva, lo que garantiza la accesibilidad de personas con discapacidad física y visual. Eso se traduce en pisos podo táctiles situados en las zonas interiores y exteriores, así como rampas que permiten el ingreso a cada uno de los edificios donde están los más de 300 departamentos. A eso hay que sumar ascensores con capacidad hasta para tres personas en silla de ruedas, así como pasadizos más amplios en cada piso y señalización de seguridad en lenguaje braille.

Sigamos. En el Estadio Nacional, y con motivo de esta fantástica cita deportiva, se levantó el primer Centro del Deporte Paralímpico. Allí se puede practicar y competir en básquetbol en silla de ruedas, rugby en silla de ruedas, bádminton, powerlifting, tenis de mesa, judo, fútbol 7, fútbol 5 y otros deportes. Tiene, además, boxes de kinesiología, psicología, nutricionista y médico. En el fondo, instalaciones adecuadas para toda persona, independientemente de sus capacidades y habilidades. A eso hay que agregar que se hicieron una serie de cambios en el Estadio Nacional para volverlo más accesible. Con el objetivo de garantizar la accesibilidad universal, ahora las circulaciones peatonales, tanto interiores como exteriores, tienen al menos 200 cm libres de ancho. Por otra parte, el pavimento de las zonas destinadas a uso peatonal es estable, liso y antideslizante, asegurando un desplazamiento sin accidentes ni interrupciones.

¿Sólo motivos para celebrar? No. Hay errores que deben ser corregidos. La carta al director aparecida en este mismo diario el domingo pasado con el título de “Acceso sólo para algunos”, describía la impotencia de una madre que fue al Estadio Nacional a ver los Juegos Panamericanos con sus dos hijos, de seis y nueve años, éste último con discapacidad motora. “Nos indicaron que debíamos ir a la puerta 22 para acceder al sector de silla de ruedas. Al llegar me informaron que no podía ingresar con mis dos hijos, porque la persona con silla de ruedas puede entrar a su sector con un solo acompañante...Tras una hora y media de luchar por un espacio, nos tuvimos que devolver, con dos niños decepcionados y tristes, que no lograron comprender porqué no pudieron ver la competencia”, escribió Claudia Godia en La Tercera. ¿Falta de criterio de quien estaba a cargo de la puerta 22 o falta de empatía de quienes diseñaron el funcionamiento de ese espacio? No lo sabemos, pero no hay duda de que hubo una gran falta.

Como cuando hablamos, sin instruirnos, acerca de las personas con discapacidad. No, no son discapacitados ni personas con capacidades diferentes o especiales, ni incapacitados, ni menos deficientes o enfermitos. Son personas con discapacidad. No, no son paralíticos ni lisiados ni minusválidos ni mutilados ni tullidos ni cojos ni inválidos. Son personas con discapacidad física. No, no son invidentes ni no videntes ni cortos de vista ni cieguitos. Son personas con discapacidad visual o personas ciegas. No, no son sorditos ni sordomudos. Son personas con discapacidad auditiva o sordas. No, no son esquizofrénicos ni dementes ni locos ni trastornados. Son personas con discapacidad psiquiátrica, personas con discapacidad intelectual o personas con esquizofrenia. Y no, no se padece discapacidad ni se sufre discapacidad ni se es víctima de parálisis o autismo ni se está afectado de parálisis o autismo. Son personas en situación de discapacidad o personas que tienen discapacidad. Personas, personas, personas. Personas antes que todo. Todo esto último que escribo es parte de un folleto que realiza la Corporación Ciudad Accesible y cuyo título es “Dilo así, uso correcto del lenguaje en discapacidad”. Esta corporación acaba de lanzar su más reciente “Guía de diseño y accesibilidad universal”, ideal para arquitectos, diseñadores, constructores, inmobiliarios, planificadores urbanos, alcaldes, equipos edilicios y todos los que de alguna u otra manera toman decisiones en la manera de hacer ciudad. Una guía fundamental no para “ayudar” a las personas con discapacidad, sino para lograr la accesibilidad universal, es decir, un espacio común donde todos seamos bienvenidos: niños, gente de edad avanzada, personas con discapacidad, personas que sufren alguna dificultad física transitoria y quienes no tienen ningún problema. Todos. Todas. Personas. Ciudadanos que merecen acceso universal

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