Columna de Rodrigo Guendelman: Derecho al agua

Río Mapocho


Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna

Hubo un tiempo que no fue hermoso y tuvimos tifus de verdad. Ya sé que la referencia a Sui Géneris es mala, pero la situación sanitaria de Chile hasta hace pocos años era peor. Recuerdo la cantidad de semanas que tuve que estar en cama por fiebre tifoidea, enfermedad por la que pasaron buena parte de mis contemporáneos. Era que no, si en 1999 apenas el 3% de las aguas servidas de Santiago estaban descontaminadas. Las verduras y frutas eran regadas con agua sucia. Sucia de verdad. Pero las cosas cambiaron. En 2010 empezamos a escuchar de un extraordinario proyecto, hecho realidad, llamado “Mapocho Urbano Limpio”. En poco más de una década, y con 1.300 millones (de dólares) invertidos por una empresa privada, Santiago se convertía en la primera capital de Latinoamérica en contar con todas sus aguas servidas tratadas, así como 100% de agua potable y alcantarillado. Algo que sólo ha sucedido en ciudades de países desarrollados y con plazos no menores a 30 años para lograrlo.

Por eso, y perdón por la autorreferencia, es que cada vez que puedo meto mis pies al río Mapocho, huelo el agua, grito a quien me escuche que el río más icónico de Santiago está libre de aguas servidas y me grabo en el celular para viralizar este hecho maravilloso. Soy un fanático del Mapocho urbano limpio y me encanta decirlo. Especialmente, porque aún hay muchos habitantes de Santiago que no saben o no quieren creer que nuestro Mapocho, así como el río Maipo y el Zanjón de la Aguada, están libres de aguas servidas. ¡Es un inmenso logro! ¿O usted cree que si no fuera así existiría el Parque Fluvial de la Familia y podría estar terminando de construirse el Parque Mapocho Río? Esos dos parques conversan de manera muy cercana con el Mapocho: el Parque de la Familia tiene una tremenda laguna que se alimenta completamente con su agua y el Parque Mapocho Río va a tener varias “bajadas de playa” para que los vecinos puedan usar el río como balneario. Pero eso no es todo.

Cuando se habla de “Mapocho Urbano Limpio”, se habla además de economía circular. La planta de tratamiento de aguas de La Farfana, que es adonde llegan las aguas servidas del Mapocho después de viajar cerca de 13 mil kilómetros (sí, 13 mil!!) por cañerías que no vemos es, al mismo tiempo, una biofactoría: además de regenerar el agua, permite producir gas natural para más de 40 mil familias y biofertilizantes en beneficio de más de 30 mil hectáreas agrícolas. Un ejemplo que ha sido premiado a nivel internacional.

Vamos con otro hito que tiene que ver con el agua de Santiago. Hasta 2012, la capital tenía cuatro horas de autonomía hídrica en situaciones de alta turbiedad en el cauce del río Maipo, producto de las denominadas lluvias convectivas. Hoy tiene 34 y a fin de año tendrá 37 horas de autonomía. ¿Cómo se logró esto? En 2013, y luego de una inversión de $47 mil millones en la construcción de siete pozos de extracción y 14 estanques de almacenamiento de agua potable, se pudo pasar de cuatro a nueve horas de autonomía. Luego, en 2018, una inversión de $15 mil millones en 16 pozos de extracción de agua subterránea y la construcción de nueve estanques de almacenamiento de agua potable, permitió pasar de nueve a 11 horas.

En 2020 se inauguraron los Mega Estanques de Pirque, seis inmensas “piscinas” equivalentes a 50 canchas de fútbol y que pueden acumular 1.500 millones de litros de agua de reserva, lo que nos llevó a 34 horas de autonomía. Y este año se están terminando 14 pozos de 300 metros de profundidad en Cerro Negro-Lo Mena, que cuestan $31 mil millones y que permitirán llegar a 37 horas. Innovación, tecnología e inversión. De una empresa privada.

Otro ejemplo: ¿Sabe cuánto cuesta un litro de agua de la llave en zonas urbanas de Chile donde son las empresas sanitarias las que están a cargo del proceso de entregar agua? 1 peso. Y ese peso es después de producir, distribuir, recolectar, tratar y poner a disposición el agua. ¿Sabe cuánto vale ese mismo litro de agua en zonas rurales donde el Estado se reserva la gestión del agua? 150 pesos. Pero no es sólo el precio el problema. En Nogales, por ejemplo, hubo que adelantar el racionamiento de agua y en San Pedro de Atacama, otro ejemplo, hay serios problemas con la planta potabilizadora. Aunque quizás el peor caso es el de las comunas de Maipú y Cerrillos, así como parte de Estación Central, que dependen de la sanitaria municipal Smapa. A pesar de ser una zona urbana y de incluir a una de las comunas más grandes de Chile, las quejas de los vecinos se dan por miles. “Matrices que se rompen, filtraciones de agua potable y falta de mantención son sólo algunos de los 17 mil reclamos existentes contra la sanitaria Smapa. El alcalde de Maipú denuncia que los problemas son por la nula inversión en el plan de desarrollo y que ahora busca cómo reestructurar”, se lee en el sitio de Teletrece.

¿Sabe usted que si el Estado tuviese que hacerse cargo de los servicios sanitarios de todo el país -tal como piden algunos integrantes de la Convención Constituyente- tendría que empezar gastando unos 9 mil millones (de dólares) en comprar las empresas sanitarias y luego generar fondos para un plan de inversiones que la industria ha estimado conservadoramente en 10 mil millones de dólares, de aquí a 2040, para enfrentar los desafíos del cambio climático y mantener abasteciendo de agua potable a la población aún en condiciones climáticas tan extremas, a razón de unos US $500 millones anuales? ¿Tiene sentido quitarle ese dinero a inversiones tan urgentes como el inmenso déficit en vivienda o la salud pública de nuestro país? ¿Tiene alguna lógica eliminar algo que funciona extraordinariamente bien, es decir, los servicios sanitarios de empresas privadas en Chile, en vez de usar todos esos miles de millones de dólares (que hoy claramente no nos sobran) en las cosas que de verdad no funcionan bien? Claro que necesitamos que se consagre el acceso al agua de las personas y de los ecosistemas, quién podrían estar en contra de eso; que se reconozca el acceso al agua y al saneamiento como derechos humanos, que haya prioridad en los usos del agua para el consumo humano y que el Estado garantice el acceso al agua y saneamiento para todos. Por supuesto. Pero logremos eso sumando, y de la mano con los que han demostrado que sí saben hacer la pega.