Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
Esta semana recibí un regalo inesperado y fascinante. Un libro de Carlos Ruiz-Tagle, escritor y quien fue director del Museo Benjamín Vicuña Mackenna. Se llama Los antifrívolos y se refiere a chilenos que no buscan la figuración pública, que tienen una profunda interioridad, desprendimiento frente a lo superfluo, firmeza en sus vocaciones y consecuencia con ellas. Entre esas personas (los textos fueron escritos entre 1986 y 1988), el autor le dedica capítulos a Samuel Román, Ricardo Yrarrázaval, Nicanor Parra, Francisco Coloane, Juan Pablo Izquierdo, Mario Góngora y varios más. Son 15 en total. Apostaría a que si Carlos Ruiz-Tagle estuviera vivo (murió en 1991) e hiciera una reedición, agregaría a un hombre que, silenciosamente, de manera muy generosa, con verdadero amor por lo que hace, ha ido desarrollando una preciosa institución.
Ese anti frívolo se llama Pancho Dittborn y su obra es el Museo Taller. Si tuviste la oportunidad de conocer la primera ubicación de este proyecto en calle Root y ya te pareció un regalo para Santiago, te vas a sorprender cuando descubras lo que Pancho y su equipo han hecho en su nueva ubicación del barrio Yungay. Justo en la esquina donde está la Peluquería Francesa y el Centro Nave, se suma ahora el Museo Taller. Es el doble de grande y el doble de potente. Un museo vivo, interactivo, entretenido para grandes y chicos, donde se crea con las manos y que partió como la proyección pública de una colección privada.
Pancho Dittborn decidió compartir con la comunidad sus más de 800 herramientas antiguas, algunas con varios siglos de uso, así como un taller de carpintería de principios del siglo XX. Ese fue el inicio. Era 2016 y el primer museo abría en el centro de Santiago. Hoy, en Compañía 2784, en una casa antiquísima y hermosa, una casona patrimonial, se suma una sala que contiene maquinarias que demuestran la evolución de la tecnología, así como un taller digital que muestra el trabajo actual de desarrollo de proyectos tecnológicos. Y pronto, pues la energía de este anti frívolo no conoce las pausas, se viene un taller de oficios. Y eso va a ser en la casa de al lado. Otra casona antiquísima que está siendo recuperada y salvada por este verdadero filántropo de los oficios.
No es rara esta ramificación, pues desde sus inicios el museo ha hecho talleres de carpintería iniciales y avanzados, talleres de capacitación para profesores, encuentros con aficionados a la madera, charlas de expertos, residencias de artistas y artesanos, y más. Pero ahora, y aunque Pancho sólo quiere usar la palabra Taller de Oficios, lo que se viene es la génesis de una Escuela de Oficios. No me cabe duda de que todos los caminos apuntan en esa dirección. Para empezar, habrá talleres de orfebrería, de textiles y de gráfica. La cerámica no tardará en llegar. Y no debiéramos sorprendernos si en el futuro la escultura se hace presente como oficio/arte a aprender.
De hecho, otra de las maravillas de esta nueva ubicación en el barrio Yungay es que ha incorporado mucho arte de primera calidad: una gran escultura de madera de Pilar Ovalle, una obra colgante de madera del escultor Jean Petitpas, una obra de Beatrice di Girolamo (de madera, por supuesto) y una segunda pintura del gran Claudio di Girolamo, quien dibuja a los maestros del oficio como pocos. A eso hay que sumar dos barcos a escala, obra del sacerdote Felipe Berríos. Si nunca has ido al Museo Taller, es interesante saber que cada niño que asiste sale de ahí con un juguete de madera hecho por él mismo. Una gran iniciación en el mundo del trabajo con las manos, perfecto antídoto contra teléfonos y aplicaciones. No sólo me parece importante recomendar la visita a este lugar para despertar las emociones y percepciones que genera su contenido y continente. Quizás, más importante que eso aún, es poner en valor a un hombre que te abraza con su sonrisa, que te habla con sus ojos, que nos regala un inmenso amor por el oficio y que construye, aporta, crea, difunde y entrega tanto, en tiempos en que la generosidad y el cariño genuino viven días difíciles. Un verdadero anti frívolo. Y, para mí, un héroe santiaguino. Gracias Pancho.