Columna de Rodrigo Guendelman: El Titanic de Chile
Por Rodrigo Guendelman, Conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.
“En honor a todas las mujeres que en La Compañía murieron luchando por su liberación, en todos los sentidos del término. Las de hoy seguimos de la mano, avanzando entre las llamas”. Así comienza el libro de Francisca Solar, El buzón de las Impuras, uno de los más vendidos en los últimos meses en Chile, obra de una escritora que ha publicado 17 libros, en 19 países y en cinco idiomas.
Esta novela de ficción histórica, con mucha investigación y un profundo buceo por periódicos de la época, ensayos, informes de antropología forense, biografías y novelas, se enfoca en el mayor desastre humano de la historia de Chile, un evento tan espantoso como poco difundido: el incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús, ocurrido el 8 de diciembre de 1863.
Ese día, en el que se termina de celebrar el Mes de María, al menos dos mil doscientas mujeres murieron quemadas dentro de la iglesia, atrapadas, desesperadas, sin vías de escape. Murió más del 2% de la población de la capital. La gran mayoría de esas víctimas, mujeres en edad fértil, entre 20 y 40 años, “lo que implicó una debacle en la natalidad de Santiago y de Chile”, me explicó la semana pasada Francisca Solar en el programa Santiago Adicto en radio Duna.
La escritora, al igual que la mayoría de los chilenos, tenía un vago conocimiento del suceso. “Me entero de esto años atrás porque hice una investigación muy exhaustiva sobre el siglo XIX en Chile para el libro Los últimos días de Clayton & Co. (2019), que trata sobre fotografía mortuoria. Empiezo a estudiar sobre el incendio, llevaba apenas una semana, y no podía creer que un evento de esta magnitud hubiese pasado sin pena ni gloria, que muy poca gente lo conociera y que esto no fuera un día de conmemoración nacional. Es un hito de la historia universal que apareció en toda la prensa nacional e internacional de la época”, agrega.
Francisca se preguntó dónde estaban las tesis doctorales, las investigaciones al respecto, y su respuesta fue muy clara. No hay. Menos aún, literatura acerca de las verdaderas protagonistas, las “Hijas de María” que repletaban ese día de diciembre la iglesia, ubicada donde hoy están los jardines del ex Congreso Nacional, frente a la calle Bandera. Como hito, es el Titanic de Chile.
Por razones que hasta el día de hoy no soy capaz de explicar, es un evento que está completamente borrado de las clases de historia y de los libros, apenas se nombra. Es una de las tragedias humanas más importantes de la historia contemporánea y eso implica que en las librerías deberíamos tener 35 novelas basadas en el hecho y, al parecer, a nadie le importa. Se ha escrito muy poco, se ha investigado muy poco y todo el patrimonio histórico y cultural está invisibilizado para la mayor parte de la ciudadanía”, decía Francisca Solar en una entrevista en este mismo diario.
¿Fue culpa de los vestidos, esos que llevaban una crinolina de jaula con aro de acero, y que estaban de moda en esa época del siglo XIX? ¿Fue porque las puertas se abrían hacia adentro y la gente, repleta de angustia y pavor, empujaba hacia afuera? ¿Fue porque, según relata Francisca en el libro y vuelve a repetirlo en la radio, los jesuitas cerraron intencionalmente una vía de escape, que iba por la sacristía, para poder salvar los muebles? ¿Cuánto influyó que la iglesia estuviese repleta de velas y lámparas de parafina encendidas, así como de todo tipo de ornamentación de material inflamable?
Sin duda fue una tormenta perfecta. De tal magnitud, que The New York Times envió dos corresponsales algunas semanas después a Santiago y le dio al incendio la portada, a pesar de que Estados Unidos se encontraba en plena guerra civil. Por eso, es inentendible que, para nosotros, los chilenos, no sea un tema de amplio conocimiento; que tanto el lugar donde estaba la iglesia, así como el espacio donde se encuentra la fosa común, con más de dos mil cadáveres que nunca pudieron ser identificados (frente a la entrada del Cementerio General por Avenida La Paz, donde está la escultura “La Dolorosa”), no sean hitos patrimoniales y turísticos; que no haya señalética en estos lugares para que todos puedan saber por dónde están pasando o sobre qué están caminando.
En fin, que no estemos conscientes ni nos enseñen el colegio como materia obligatoria este suceso inmenso, desgarrador, extraordinario (nada más lejano a lo común, a lo ordinario). Se empieza a hacer justicia en las casi 600 páginas de El buzón de las impuras, especialmente con las mujeres, gracias a notables personajes como Fátima Aguirre Vanderbilt y a las fantásticas descripciones de época que hace Francisca Solar, desde el vestuario hasta la arquitectura, la forma de hablar, de medir (en la novela se habla de varas), de cortejar, y de someterse a las extremas penitencias que, se supone, eran necesarias para acercarse a la anhelada purificación. Gran libro.
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