Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.
¿Qué domina hoy en la conversación? Palabras como inseguridad, crisis, violencia, conflicto, miedo. Estamos viviendo a la defensiva, tratamos de evitar que la noche nos encuentre en la calle, nos volvemos más puertas adentro y, sin duda, nos sentimos menos libres. Nuestros propios procesos eleccionarios muestran fuertes movimientos pendulares, el último de ellos con resultados claramente influidos por la sensación de inseguridad. Son tiempos raros, en los que la irrupción de la Inteligencia Artificial nos sorprende, pero, al mismo tiempo, nos amenaza. ¿Iré a perder mi trabajo si Chat GPT o lo que se siga desarrollando en esa línea pueda reemplazarme?
Es difícil proyectar nuestro futuro: las preocupaciones afectan nuestro sueño y se vuelve más complejo enfrentar los desafíos de la adultez. “Sucede que me canso de ser hombre”, escribía Pablo Neruda. No hay soluciones mágicas, pastillas milagrosas ni atajos. Pero hay una dimensión paralela que, en la capital de Chile, se despliega en decenas de espacios y se nos abre de manera gratuita o a precios accesibles. Es la cultura. El arte, la poesía, la música, el teatro, el cine, el ballet, los libros y tantas otras manifestaciones están allí para darle un sentido a nuestras vidas. Para acompañarnos. Para traducir sensaciones. Para disfrutar. Para asombrarse. Para salirnos de nosotros por un rato.
“La cultura funciona al otro lado de los muros del tiempo. Les habla a los pueblos desde el lado permanente, desde los tiempos geológicos, desde los tiempos filosóficos en el sentido más profundo”, me explica el escultor y sabio de la tribu, Francisco Gazitúa. Recurro a la reflexión de este artista, que vive en una cantera de piedra en plena precordillera de la zona central y cuya obra está profundamente ligada a nuestra identidad andina. Le pido que me ayude a entender la importancia de la cultura, porque Gazitúa sabe usar el lenguaje para expresar las profundas reflexiones que acompañan su trabajo de artista y artesano.
“Si uno mira la televisión, una que es profundamente inculta, en sus noticieros somos un pueblo de narcotraficantes, de delincuentes, de gente que hace portonazos. ¡Mentira! El 99% de este país es maravilloso. Gente buena que se levanta temprano y ve salir el sol. ¿Qué es lo que falta? Que el aparato cultural se empiece a dar vuelta, orgánicamente, y que todos los artistas, los productores de cultura, los cineastas, los músicos, todos los que somos parte de la cultura nos volquemos mucho más hacia nuestro pueblo. Porque un pueblo sin cultura es un pueblo desterrado de su belleza, de su maravilloso territorio. Y es un pueblo sin futuro que vive en el tiempo chatarra”, agrega don Pancho. Y, apasionado, sigue pensando en voz alta: “La voz de la cultura es como el cello en la orquesta, las notas bajas, que son las que mantienen la melodía. Esos somos nosotros. No somos protagonistas. Es decir, lo somos, pero en el otro tiempo, en el largo plazo. La cultura se mueve tras los muros del tiempo”.
Es tan importante la cultura y a veces no nos damos cuenta de que también está ahí, a la vuelta de la esquina, esperando darnos un abrazo fraternal. Sólo hay que salir a encontrarla. Está, por ejemplo, en la muestra de Cecilia Vicuña que se acaba de inaugurar esta semana en el Museo Nacional de Bellas Artes. Un fantástico homenaje a esta poeta, artista, visual y activista feminista, reconocida globalmente, que incluye más de 200 obras y recorre sesenta años de trabajo.
Está también a pocos metros, al otro lado del mismo edificio, en el Museo de Arte Contemporáneo, con la muestra de Alejandro “Mono” González que lleva por título “A escala humana” y que ocupa por competo la sala subterránea del MAC de Parque Forestal.
Está (la cultura), en Il Posto, espacio de arte y documentación que se reparte entre una sala de exposiciones en Vitacura y un centro de documentación en el barrio Lastarria. Este fin de semana es el penúltimo para ver en su sala de calle Espoz “Mi ropa, la de otros, la de muchos”, con obras de artistas chilenos y latinoamericanos (Juan Pablo Langlois, Ricardo Yrarrázaval, Las Yeguas del Apocalipsis, Nicolás Franco, entre otros).
Está en el ex Hospital San José, en Independencia, con la instalación “Panorama de Santiago. Manchas, videos y cien pinturas abstractas” del artista Carlos Altamirano.
Está en el Centro Cultural Las Condes con el “Patrimonio ilustrado” de Mario Rojas, su primera y notable exposición individual, que nos hace volver a mirar -a través de la acuarela- algunos de los edificios más importantes de nuestra historia. “La cultura es el pan profundo de un pueblo”, resume magistralmente Francisco Gazitúa. Te invito a comer de ese sabroso pan hoy mismo.