Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.

A ti que rayas las paredes de la ciudad, a ti te escribo. Parto excusándome por usar el término grafitero, pues en esa bolsa cabe de todo, desde artistas brillantes hasta anarquistas que sólo quieren usar los muros para hacer propaganda. Pero es como intentar llamar Plaza Baquedano a la Plaza Italia, una pelea perdida desde mucho antes de octubre de 2019. Así que en vez de hablar de quienes taggean o hacen bombing en los muros, entre muchos ejemplos y gran variedad de técnicas, te llamaré grafitero. O grafitera.

Quiero contarte que el Gobierno Regional Metropolitano está haciendo un gran esfuerzo por devolverle las fachadas de la Alameda a la ciudadanía. Especialmente las más relevantes en términos patrimoniales, pues hay una importante cantidad de monumentos nacionales en la principal calle de Santiago. Y no, no son simples cosas materiales. Tal como dice el exsubsecretario del Patrimonio Cultural, Emilio de la Cerda, “los bienes públicos como el Metro o el convento San Francisco son elementos de dignidad urbana y memoria histórica que nos pertenecen a todos”.

Cuando vandalizas, por ejemplo, el frontis de la Iglesia y el Convento San Francisco, y cuando esta acción la realizas apenas se ha pintado y limpiado esa fachada con técnicas especiales para cuidar ese antiquísimo edificio, estás dañando un patrimonio tan delicado como único (es la obra de arquitectura colonial más antigua de Santiago) y estás sometiendo a un mayor estrés el presupuesto de la ciudad. Es decir, nos estás afectando como ciudadanos desde distintos frentes.

Pero no quiero sólo apuntarte con el dedo. Voy a ponerme por un segundo en tu lugar y a asumir que no tienes idea de lo que hay adentro de ese muro grande y rojo que da a la Alameda. Y voy a suponer que, si lo supieras, si lo vieras con tus propios ojos, sentirías una empatía que hoy no forma parte de tu repertorio de emociones. Te invito a entrar a la iglesia, al convento (que hoy es en parte un museo) y a su plaza interior llena de vegetación. Te invito a subir la mirada cuando estés en la iglesia San Francisco y observar el artesonado de su cielo, que es de estilo mudéjar y tiene más de 400 años de historia. Podrás estar muy enojado con el sistema, pero te aseguro que te vas a emocionar con tanta belleza. ¿Sabías que la iglesia y el convento son candidatos para convertirse en Patrimonio de la Humanidad? ¿Sabías que ambos son Monumento Histórico desde 1951? Vandalizar ese conjunto arquitectónico, patrimonial y espiritual es un ataque a una parte fundamental de la historia de nuestro Santiago. Y cada vez que rayas hay que volver a limpiar, y cada limpieza, ya sea mediante hidro arenado o hidro lavado (el muro de la iglesia tiene una base de piedra), eso va deteriorando el edificio. Se van perdiendo capas del material y eso es irrecuperable. Es un atentado que tiene consecuencias físicas, de infraestructura, no sólo culturales y sociales.

Te invito a pasear por el interior del convento, cuya primera planta es el Museo San Francisco desde hace más de 50 años, para que te encuentres con los pavos reales que pasan por tu lado sin inmutarse. Te invito a que conozcas la sala dedicada a la inmensa Gabriela Mistral, admiradora de los franciscanos, a quienes les donó su medalla de oro y su diploma del Premio Nobel de Literatura. Cuando rayas esa pared, también estás agravando la memoria de nuestra poetisa y educadora, una de las mujeres más importantes de la historia de Chile. Te invito a que visites la extraordinaria colección de arte colonial del museo, el cuadro más antiguo de nuestra nación, el tronco de uno de los álamos de la Alameda y los 42 lienzos de la Escuela Cuzqueña que representan, como una especie de power point del siglo 17, la vida de San Francisco.

Estimado grafitero, estoy seguro de que pocas veces te han mostrado las cosas desde esta perspectiva. No todo se divide en que tú te sientas campeón por rayar una pared y la ciudadanía pida castigo por tus actos. Hay un espacio que está justo al medio de esos dos extremos y tiene que ver con entender el contexto del lugar que estás rayando, su historia, su valor como bien común. Sin embargo, debo advertirte: se vienen leyes mucho más duras para impedir que sigas vandalizando a tus anchas. Te sugiero estudiar acerca de nuestros monumentos nacionales, visitarlos (el 27 y 28 de mayo se celebra el Día de los Patrimonios) y aprender a valorarlos. Eso es mucho mejor que pagar una multa de 200 UTM (más de 12 millones de pesos) y, además, ir a la cárcel hasta por cinco años, como propone el proyecto de ley de los diputados Raúl Leiva y Jorge Alessandri. Nunca es tarde, estimado.