Por Rodrigo Guendelman, Conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
Escribo esta columna con una bolsa de baby albahaca y otra de lechuga a mi lado. Vienen de una “granja” en Quilicura donde no hay tierra, no hay árboles, no hay vacas ni tampoco postes alambrados, pero donde en 400 m2 se siembra y cosecha el equivalente a 40 hectáreas de campo. Un galpón donde se practica un tipo de agricultura que está revolucionando la manera en que llegan las verduras y (más pronto que tarde) las frutas a nuestra mesa.
Tan novedoso es este concepto que se conoce como agricultura vertical, que no usa ningún tipo de pesticida, lo cual implica que el alimento está libre de metales pesados; utiliza tan poca agua que ese elemento ni siquiera se considera en el costo (95% menos de agua que la agricultura tradicional) y, tal como dice en la bolsa de la lechuga y en la de la albahaca que tengo cerca, “no me laves!”, es decir, nunca fue necesario lavar la verdura ni tampoco tienes que hacerlo en la casa, pues el alimento siempre estuvo en un ambiente protegido y jamás conoció algún tipo de plaga.
Fue una potente experiencia conocer Agro Urbana, la empresa fundada por dos visionarios que han hecho una gran apuesta por la ingeniería, la biología y la ciencia aplicadas a la agricultura: Cristián Sjögren y Pablo Bunster. Con su marca “Urban Rabbit”, están despachado sus bolsas de lechuga y albahaca a lugares tan exigentes en la calidad de los productos como el restorán Baco, el Happening, Le Bistrot y Aligo, así como a Walmart y Jumbo.
Para recorrer la planta de Quilicura, es decir la granja urbana, tuve que cubrir mi pelo, mis zapatos, mi boca y mi cuerpo completo, así como firmar una hoja con una serie de explicaciones y advertencias de lo que no se puede hacer en el lugar. Y tiene total sentido. El espacio necesita protegerse de cualquier evento externo para tener un microclima idéntico cada día del año y poder, de esa manera, permitir que se siembre y se coseche todas las semanas.
“La agricultura vertical interior de clima controlado, bajo el sistema hidropónico, nos permite darles a nuestros cultivos las condiciones óptimas para su desarrollo, un día de primavera perfecto los 365 días del año. Aprendemos de la naturaleza y replicamos el clima y la nutrición que necesitan. Todo este cuidado está a cargo de nuestro sistema operativo Carmelo OS”, explican sus fundadores, quienes dedican una parte importante de su investigación a que Carmelo aprenda constantemente y desarrolle los algoritmos que permitan ir perfeccionando la eficiencia y la calidad de los procesos y los productos.
“¿Y el sabor de las lechugas y de la albahaca?”, les pregunto. En vez de usar las palabras para contestar, me regalan algunas hojas para probar. ¡Imposible más fresco y sabroso! Obvio, pues si lo pensamos bien, muchas de las verduras y frutas que comemos vienen desde lugares lejanos de la propia región donde vivimos o desde regiones extremas (los tomates de Arica, por ejemplo), en cambio la agricultura vertical que se practica en plena ciudad permite que el producto llegue muchísimo más fresco. Literalmente, 24 horas después de ser cosechado.
“Cultivamos localmente donde está la demanda. Se trata de un producto al que no se le aplicaron pesticidas y que está listo para el consumo, que dura mucho más en una categoría donde cerca del 50% de lo que se produce se pierde antes de llegar al plato”, se puede leer en su sitio web. Genial por donde se mire. Y, además, entregando espacio a profesiones de las que cada vez escucharemos más: por ejemplo, el científico de plantas es fundamental en un proyecto como Agro Urbana. Así como los ingenieros que alimentan la información de Carmelo o los diseñadores que crean modelos en 3D de los elementos que requiere la investigación en futuras verduras u otros alimentos que puedan sumarse a la lista de marcas de Urban Rabbit.
Hay otro factor que es, probablemente, el más importante para entender por qué este tipo de agricultura debe ser revolucionaria: en 2050 se calcula que seremos 10 mil millones de habitantes en el planeta, la población será más longeva y la tierra para la agricultura sólo disminuirá con la expansión urbana global. Entonces, ¿cómo vamos a alimentarnos? En Quilicura, Región Metropolitana, ya están pensando en eso hace rato y pusieron manos a la obra. De hecho, la futura expansión de esta planta permitirá alimentar veinte mil hogares y ahorrar 200 millones de litros de agua al año, equivalente al consumo de diez mil piscinas.
Son cifras muy potentes, que dan cuenta de un fenómeno hasta ahora poco difundido, pero en el que Chile está siendo pionero a nivel latinoamericano gracias al talento de Cristián, Pablo y su equipo. Basta pensar que la agricultura vertical puede llegar a producir más de 100 veces lo que la agricultura tradicional logra por metro cuadrado. Y usando un 5% del agua. ¡Impactante! Un dato para rematar. Si quiere lechugas o albahaca desde esta revolucionaria granja vertical a su casa, se puede suscribir en agrourbana.ag. Ahora, a sacar las manos del teclado o a soltar el diario para aplaudir la genialidad que existe y que se multiplica cada día en nuestro país.