Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
Hay situaciones que, junto con ser buscadas y esperadas, estresan a las ciudades para bien. O siendo más precisos, les ofrecen oportunidades a las grandes urbes para mejorar su infraestructura y la vida de sus habitantes. Un ejemplo claro de aquello son los grandes acontecimientos deportivos, desde los Juegos Olímpicos hasta los mundiales de fútbol. A veces se logran resultados extraordinarios una vez hecha la magna inversión (los JJ.OO. de Barcelona 92 son un ejemplo habitualmente usado para esta categoría, la de oportunidad bien aprovechada y planificada), y otras veces se pierde la posibilidad de lucirse ante el resto del planeta, como ocurrió en el Mundial de Río en 2014, con varias de sus obras atrasadas o suspendidas, descontento social por el excesivo presupuesto destinado al evento y estadios que terminaron siendo elefantes blancos.
Guardando las proporciones respecto de una cita global, los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos que comienzan el 20 de octubre en Santiago, serán el segundo hito deportivo de nuestra historia después del Mundial de 1962 y el evento multideportivo más grande que se ha hecho en Chile. Se esperan nueve mil deportistas que vendrán a competir en 39 deportes y 57 disciplinas en 13 comunas de la Región Metropolitana. Más de un millón de personas asistirán a los distintos recintos y más de 200 millones de personas verán los Juegos por televisión.
¿Cuál será la evaluación de esta cita deportiva en cuanto a organización, desarrollo de infraestructura deportiva y oportunidad de mostrar Santiago al mundo? Ya lo veremos. Falta poco más de un mes para empezar a descubrirlo. Pero hay algo seguro. Uno de los espacios más importantes que se han construido para los Panamericanos y que ya está casi listo, es un tremendo acierto. Por su envergadura, por su calidad y, especialmente, por su uso final. Me refiero a la Villa Panamericana de Cerrillos, el lugar elegido para acoger a los deportistas que vienen desde 41 países.
“Chile está recibiendo a los deportistas con lo mejor de su vivienda de integración social”, me dijo hace unos días el arquitecto Francisco Izquierdo, quien junto a Mobil Arquitectos y un extenso equipo de trabajo que incluye a constructoras, inmobiliarias, entidades desarrolladoras, ingenieros estructurales, paisajistas, la municipalidad de Cerrillos, la empresa organizadora de los Juegos Panamericanos y hasta un gran escultor chileno, ganaron el concurso para desarrollar este trozo de ciudad en la comuna de Cerrillos. Porque eso es antes que nada este proyecto público privado donde el Serviu, dueño del terreno y quien estableció las reglas del juego para poder realizar el programa de integración social y territorial del DS19, y el Minvu (su Unidad de Proyectos de la División de Desarrollo Urbano gestionó el muy bien logrado Paseo Panamericano, que une el metro con el Parque Bicentenario de Cerrillos) han sido fundamentales: una suma que es mayor que las partes.
Si sólo habláramos de números, ya sería notable. Se trata de 17 torres de 6, 9, 12 y 17 pisos, que en total suman 1.350 departamentos. Con superficies que van de 38 a 56 m2, un cuarto del total de las unidades tiene accesibilidad universal.
Pero no se trata sólo de las cantidades, sino de cómo y dónde están emplazadas las viviendas. La Villa Panamericana tendrá metro a la puerta (Estación Cerrillos), lo que soluciona el principal problema de tantos proyectos de índole social: la falta de conectividad. Y tendrá un gigantesco parque, el Bicentenario de Cerrillos, ahí mismo, a pasos de distancia. Además, se han destinado 2.500 metros cuadrados para equipamiento, es decir, comercio y servicios que buscan responder a distintas necesidades de los futuros vecinos. A eso se suma el espacio para un gran jardín infantil, así como juegos para niños, equipamiento para calistenia, un paisajismo de especies sustentables y arte público. De hecho, ya está instalada en uno de los puntos más importantes del Paseo Panamericano una fantástica escultura de 20 metros de altura, obra de Francisco Gazitúa junto a Angela Leible. Se llama “Pluma de siete colores” y “simboliza la gentileza de los chilenos”, explica Gazitúa.
En las próximas semanas se sumarán varios muros y espacios pintados por algunos de los mejores representantes del arte urbano. Agreguemos algunos detalles de las terminaciones de los 1.350 departamentos: el dormitorio principal cuenta con ventanas de termopanel, todos tienen terraza, y al ser un requerimiento del comité organizador de Santiago 2023, tendrán cortinas y luminarias incluidas.
Pero volvamos a lo más importante. Este gran proyecto fue pensado desde un principio para el usuario final: ese santiaguino que hoy necesita una vivienda. Y desde ahí se planificó en tiempo récord una villa que, si bien responderá a las necesidades de miles de deportistas durante un breve período, será muy pronto un barrio. Eso es planificar, pensar y hacer ciudad. ¡Bravo!