Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
Esta semana, el destacado arquitecto Ricardo Abuauad, columnista de este mismo diario, publicó una muy interesante reflexión que tituló “Lo (público) en crisis”. Explicaba que lo público “se encuentra más amenazado y degradado que nunca”, desde la educación hasta el debate, pasando por el transporte, el orden y, por supuesto, el espacio público “invadido por el comercio ambulante, por la humareda de la fritanga, por la violencia periódica”. Ricardo nos advertía que “el riesgo de todo esto es enorme: las ciudades donde lo público se degrada se refugian en espacios privados, que parecen ser los únicos seguros, limpios, controlados”.
Tiene razón Ricardo. Sería absurdo cerrar los ojos ante una realidad que es cada vez es más evidente. Sin embargo, quiero ofrecer una mirada propositiva, alternativa, complementaria. Ello, pues soy un usuario intensivo de los espacios púbicos de Santiago. Es parte de mi trabajo y es, al mismo tiempo, mi pasión: recorro, camino, uso, contemplo, observo y reporteo los espacios públicos. No hay nada, luego de mi familia y de mis amigos, que quiera más y me importe más que los espacios públicos de la ciudad. Desde las estaciones de metro hasta el Cementerio General, desde el GAM hasta la Plaza de la Constitución, desde los cafés del barrio Yungay hasta los restoranes del barrio Matta Sur (espacios privados de uso público), desde el Parque de las Esculturas de Providencia hasta el Parque del Cómic de Gran Avenida, desde la Plaza Pedro de Valdivia con esas maravillosas esculturas de Francisco Gazitúa hasta la plazoleta del barrio Antumalal en Renca, donde se levanta una preciosa obra de Federico Assler.
Estoy convenido de que en el relato pueden convivir dos visiones, esa que es crítica y que muestra preocupación a nivel macro, así como la puesta en valor y el rescate en términos micro. No podemos caer en la negatividad total ni tampoco en la ingenuidad. Y por eso, así como lo hice en la columna anterior cuando hablé de lo bueno que tiene el centro de Santiago, me interesa destacar varias de las cosas fantásticas que suceden hoy en el espacio público de la ciudad. El vaso medio lleno. Me encanta ese concepto. Y siento que hoy es más necesario que nunca. Así que sepan comprender la insistencia. Veamos.
En el Centro Cultural La Moneda, ese espacio subterráneo que está justo debajo de la Plaza de la Ciudadanía, acaba de inaugurarse una muestra de Paul Klee, uno de los artistas más importantes del siglo XX. Pagando una entrada que vale menos de la mitad de una caja de cigarrillos, se pueden ver más de 100 obras del creador de origen suizo. Todo esto, rodeado de una arquitectura de altísima calidad, con varias salas dedicadas a la fotografía, el diseño, la exhibición de películas, la artesanía, así como espacios gastronómicos, de lectura y otros dedicados a los niños. Dos estaciones de metro más abajo, en República, y luego de caminar unas cuatro cuadras con dirección al Club Hípico, está el Museo de la Solidaridad Salvador Allende. Tiene una de las colecciones de arte moderno más importantes de Latinoamérica, la casa en la que está instalado desde hace unos 15 años es una de las más lindas de Santiago y pagando una entrada de sólo mil pesos, se puede disfrutar su nueva muestra “En la selva hay mucho por hacer. 50 años del MSSA”. En el camino, si las ganas de disfrutar la ciudad son muchas, puedes pasar por la Galería Gabriela Mistral, ubicada en plena Alameda, a la salida del metro Moneda: están presentando la nueva muestra “Zona de campamento” (y la entrada es gratis).
Nada mejor que hacer todos estos desplazamientos en metro, nuestro metro, un sistema de transporte público que es la envidia de muchas ciudades del mundo y que, además, es un espacio cultural de suma importancia gracias a Metro Arte, iniciativa que lleva décadas sumando obras de artistas chilenos en sus estaciones. En la misma estación Moneda están esas espectaculares pinturas de distintos paisajes de Chile del artista Guillermo Muñoz Vera. Arte público de altísima calidad en el espacio público (subterráneo). El metro te deja en la puerta del parque Quinta Normal, otro lujo de espacio público en un barrio lleno de museos, bibliotecas y centros culturales. El metro te deja en la puerta del Cementerio General, uno de los espacios públicos más alucinantes de Chile, que siempre es la postal de lo que somos: víctima de constantes robos y padeciendo una sequía que tiene sus árboles amenazados, es al mismo tiempo el lugar donde más arte integrado a la arquitectura se pude encontrar. Y todo esto en medio de un silencio, una paz, y una posibilidad de contemplación que lo convierten en un lugar sin comparación. Es, con todos sus problemas, un parque de más de 80 hectáreas.
Y si hay que hablar de parques, lo que hemos visto en estos últimos 30 años (sí, los famosos 30 años) ha sido un desarrollo de grandes parques públicos digno de aplauso. Prefiero dedicar una columna entera a los parques, pero permítanme algunos datos a nivel nacional: 161 parques se han construido y/o conservado, de los cuales 92 son nuevos; más de 90 comunas y 50% de la población de Chile ha sido beneficiada, casi un 70% de todo lo realizado se ha hecho en los últimos 10 años y, mientras escribo, el Parque Mapocho Río y sus 9 kilómetros de la largo y sus 50 hectáreas avanzan a paso seguro para cambiarle la calidad de vida a Cerro Navia y Quinta Normal. No alcanza el espacio de esta columna para entregar decenas de ejemplos más acerca de las cosas buenas que se pueden encontrar hoy en el espacio público. Pero una cosa es segura: si te quedas atrincherado en tu casa, en tu metro cuadrado, y sólo usas la ciudad para ir y volver del trabajo, te estás perdiendo demasiado.