Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.
“Una inmensa alegría nos produce ver este monumento nacional libre de rayados, limpio, con el aspecto cívico y republicano que siempre debiera tener el edificio del arquitecto Luciano Kulczewski que, además, es el Colegio de Arquitectos”. Ese texto es parte del post que publicamos el lunes en la cuenta de Instagram de Santiago Adicto, luego de tomar fotos al edificio que está en plena Alameda y que, desde esta semana, está impoluto. La publicación produjo, en general, reacciones muy positivas.
Claro que alegra ver cómo la ciudad se empieza a recuperar de años de rayados, tags y garabatos en los muros. Pero hubo un comentario que me dejó preocupado. Dice lo siguiente. “¿Republicano? Se me hace que esta página está tratando de conseguir adeptos a cierto sector”. Si bien hubo un ciudadano bien intencionado que intentó explicarle al escéptico seguidor de la cuenta que lo de republicano en el post tenía un sentido muy diferente, las reacciones a este comentario sólo lograron aumentar mi intranquilidad. Y esa es que conceptos tan importantes y profundos como “lo republicano” o “el republicanismo” sean desconocidos por nuevas generaciones que no han tenido suficiente educación cívica y que, entonces, puede llevar a que confundan un nuevo partido político que se apropia de ese nombre con la esencia de un valor tan profundo de la política.
Si bien la idea de República tiene varias dimensiones, es la que tiene que ver con las virtudes cívicas la que me interesa destacar. Es decir, la división de poderes, la existencia de una Constitución, la igualdad ante la ley y la importancia del sufragio. En una ciudad en la cual históricamente se han vendido textos legales en el Paseo Ahumada y en un país en el cual la discusión constitucional ha sido tema prioritario en los últimos tres años, lo republicano nos rodea y nos importa sin que, muchas veces, estemos conscientes de aquello. De hecho, llevamos casi dos siglos de vida republicana, que comienzan cuando se acaban esos nueve años (1823-1831) conocidos como el período de la anarquía. Lo republicano, además, está presente en nuestras calles. ¿Qué otra cosa sino es el Barrio Cívico, el resultado de una planificación urbana diseñada para mostrar la importancia del poder del Estado a través de un gran espacio público y ceremonial compuesto por una avenida central y un grupo de edificios destinados a acoger las funciones administrativas y políticas? Su principal responsable, el urbanista Karl Brunner, logró “definir la significancia que debía tener la monumentalidad de esa caja cívica que acogía a los poderes republicanos”, explica Constantino Mawromatis, editor del libro Karl Brunner en Chile. Urbanismo revisitado, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.
“Aunque la república no es sinónimo de inclusión plena, sí logró instalar el tema en Chile, el que desde entonces ha ido avanzando en nuestro país. Durante el siglo XX las mujeres conquistaron el voto; los campesinos lograron sindicalizarse y la cédula única permitió la integridad del sufragio. Hoy, además de la igualdad ante la ley, lo que impera es la demanda por el reconocimiento de las identidades, ya sean individuales o grupales”, se lee en un artículo de Iván Jaksic llamado “Republicanismo: Chile y el futuro de la República”, que aparece en la edición 163 de la Revista Universitaria de la Universidad Católica.
Así como muchas veces he dicho que debiéramos enseñar en el colegio los nombres de las cumbres de la Región Metropolitana, o la importancia del río Mapocho en la elección de las tierras que lo rodean para la fundación española de Santiago, me parece de profunda importancia que nuestras nuevas generaciones entiendan y conozcan el significado de lo cívico y lo republicano. Porque sólo lo que se conoce se aprecia, y sólo lo que se aprecia sea cuida.