Columna de Rodrigo Guendelman: Mujer Arquitecta
Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
En 1930, Dora Riedel se convirtió en la primera mujer en recibir el título de arquitecta en Chile. Casi tres cuartos de siglo más tarde, en 2004, Antonia Lehmann fue la primera mujer (y única hasta el momento) en recibir el Premio Nacional de Arquitectura, junto a su socio y marido, Luis Izquierdo.
En el año 2016, dentro del Comité de Arquitectos Jóvenes del Colegio de Arquitectos de Chile existía una inquietud: todos los premios que entregaba el Colegio llevaban el nombre de algún arquitecto, a quien se le quería rendir un honor. Todos arquitectos, ninguna arquitecta. A eso se sumó una inquietante realidad: ninguna mujer ganó alguno de esos premios en la edición de ese año.
Así nacieron dos nuevas categorías. El Premio Dora Riedel, aprobado en 2017, que se otorga a el/la arquitecto/a o equipo que se haya destacado en el año precedente por su labor innovadora, abriendo caminos en la profesión. Y el premio Eliana Caraball (primera arquitecta presidenta del Colegio de Arquitectos, entre 1985 y 1989), exclusivo para mujeres, y que existe desde 2018.
Mucho ayudó a este logro una organización fundada en esa misma época. Se llama Mujer Arquitecta, y se define como “una comunidad que busca visibilizar y fortalecer el rol de las mujeres en la arquitectura y la sociedad”. Porque es muy cierto: tenemos grandes arquitectas en la historia, generalmente opacadas por la fama de sus maridos y/o socios, cuyos nombres apenas se conocen. O, simplemente, privadas de reconocimiento por una cultura andronormativa. ¿Ejemplos? Raquel Eskenazi. Como me decían dos de las cofundadoras de Mujer Arquitecta, Layla Jorquera y Carolina Espinosa, hace unos días en radio Duna, “todo el mundo ha visto un edificio que diga Schapira Eskenazi en Santiago o en la Quinta Región y creen que son dos hombres o una persona con dos apellidos. Esa dupla, Abraham Schapira y Raquel Eskenazi, ha sido notable en cuanto a la diversidad de arquitectura que han construido y, ella, un pilar importantísimo de esa pareja”.
En este caso, digamos que el Premio Nacional de Arquitectura se perdió no sólo a Raquel, sino que también a su marido. Hay más. Muchos más nombres. Glenda Kapstein y Magdalena Gutiérrez, por ejemplo. Dos grandes de la arquitectura vernacular, que dejaron su sello en el norte de Chile. O Margarita Pisano, Ana María Barrenechea y Camila del Fierro, tres importantes arquitectas casadas con colegas: Hugo Gaggero, Miguel Lawner y Christian de Groote, respectivamente, que han quedado recluidas en un cierto anonimato, a la sombra del gran prestigio y reconocimiento de sus maridos.
¿No deberíamos reconocer fácilmente a María Isabel Tuca? Fue directora de la Escuela de Arquitectura de la U. de Chile entre 1988 y 1993, fue la segunda presidenta mujer del Colegio de Arquitectos (2000-2002), dirigió la Bienal de Arquitectura de 1997 y tuvo su propia oficina de arquitectura. Sin embargo, su apellido nos lleva primero a pensar en José, su hermano, de la oficina “Flaño, Núñez, Tuca”.
Hay tantas mujeres arquitectas que deberían tener calles con su nombre, que deberían enseñarse en el colegio y aparecer en un próximo especial de “Mujeres Bacanas”: Myriam Ratinoff, Gabriela González de Groote, Ángela “Kika” Schweitzer, Luz Sobrino, Victoria Maier, Myriam Weisberg, Inés Frey, Yolanda Schwartz, Iris Valenzuela, Betty Fischmann, Hilda Carmona. Y, aunque no estudió Arquitectura, imposible no considerar a Mónica Pidgeon (nació en Catemu como Mónica Lehmann), quien llegó a ser la editora de la revista Architectural Design y se le considera “la primera Dama de la arquitectura británica”.
¿Vamos a perdernos la oportunidad de premiar a esa gran arquitecta que es Montserrat Palmer y que aún está viva? Cuesta creer que la fundadora de Ediciones ARQ y coautora del Centro Cultural Estación Mapocho, entre muchas otras cosas, no haya recibido el mayor galardón de la arquitectura. Y si hablamos de mujeres que lucen en esta profesión y que están vivas y en su mejor momento, hay nombres imprescindibles: Cazú Zegers y Cecilia Puga, para empezar. Ambas candidatas inmediatas al Premio Nacional. A las que hay sumar nombres que debemos conocer y nos deben enorgullecer: Sofía von Ellrichshausen, Loreto Lyon, Paula Velasco, Flor Vera, Mirene Elton, Tania Gebauer, Piera Sartori, Francisca Pulido, Alejandra Celedón, Rosanna Forray, Paulina Courard, Romy Hecht, Paulina Villalobos, Myriam Beach, Macarena Rabat, Pilar Barba, Cristina Felsenhardt, Magdalena Krebs, Jeannete Plaut, Gabriela Manzi, Gabriela Medrano y Pía Montealegre. Y todas las demás que no alcanzaron a entrar por falta de espacio.
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