Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna

Llevo semanas, meses, escuchando una especie de profecía autocumplida. “Está feo el centro de Santiago”. “Nunca estuvo peor”. “Muy sucio, lleno de rayados y vendedores ambulantes, mejor no ir”. Es como el “Santiasco” de hace una década, pero ahora enfocado en una parte de la comuna de Santiago. Voy a usar esta columna, este espacio, para tratar de argumentar en contra. No es que es que mi amor por Santiago me impida ver ciertas cosas evidentes, como el aumento del comercio informal, las paredes con tags y varios comercios cerrados. Por supuesto que sí, han pasado cosas y se pueden notar en la calle. El estallido social y la pandemia afectaron al centro (¿y si mejor hablamos de nuestro centro?). Sí, hay daños reales y muy tristes. Pero son minoría. El centro de Santiago sigue siendo uno de los lugares más extraordinarios para caminar, pasear, turistear y gozar “perdiendo” el tiempo.

Si sacamos del análisis a la Zona Zero (las tres cuadras en todas las direcciones desde la plaza donde ya no está el monumento a Baquedano, del escultor Virginio Arias) y pasamos rapidito por el paseo Ahumada (especialmente los viernes en la tarde), el resto del centro histórico sigue brillando como siempre. Y, mejor aún, tiene nuevos vecinos que le han dado más belleza y sentido republicano.

Parto por un espacio al que ya le han sido dedicadas palabras en estas columnas sabatinas: el Palacio Pereira. Esta semana estuve desayunando en el café La Huérfana, el más lindo de Santiago, que está dentro del palacio y que desde hace casi un año es de acceso público.

Al igual que las cuatro salas de exhibición de artes visuales (tienen una curaduría de lujo), que además son gratuitas, tal como el Auditorio (perfecto para películas, conversatorios o lanzamientos de libros), el Centro de Documentación Roberto Montandon y la Sala de Lectura que, además, es un punto de préstamo de Libros Bibliomás. Y todo esto en medio de una arquitectura y un proyecto de restauración de nivel mundial. Literalmente: el Palacio Pereira fue uno de los ganadores de los Premios Building of the Year 2022 de ArchDaily, el sitio de arquitectura más visitado del planeta.

No muy lejos del palacio, que se ubica en Huérfanos con San Martín, está la Casa de Velasco. Tiene casi 300 años y es la sede de Artesanías de Chile. Desde hace algunas semanas es, además, la Casa Museo de esta institución. Es decir, una joya patrimonial que se puede visitar de manera gratuita, previa inscripción. Está en Santo Domingo 689, a unas cuatro cuadras de la Sala Gasco, que acaba de inaugurar una preciosa muestra del grabador Santos Chávez. Está en Santo Domingo 1061 y, si no la conoces, te estás perdiendo otro notable ejemplo de restauración de un edificio patrimonial al que se suma un proyecto complementario de los premios nacionales de arquitectura, Luis Izquierdo y Antonia Lehmann.

¿Te dio hambre después de visitar estos hitos de la cultura y el patrimonio? Genial, pues en la pequeña calle Amanda Labarca, número 102, sigue brillando la gastronomía del Blue Jar, uno de los mejores restoranes de Santiago. Ojo con la hamburguesa “BJ Cheeseburger”. Te vas a acordar de esta columna.

¿Con ganas de más? A pocas cuadras te espera el Museo Precolombino, ampliado y remodelado por el arquitecto chileno de fama global, Smiljan Radic, y que convirtió a la nueva sala del subsuelo -donde está la muestra “Chile antes de Chile”-, en uno de los espacios museísticos mejor logrados de Chile. Un dato para dimensionar su calidad: el diseño de esa exposición permanente estuvo a cargo de Geoffrey Pickup, profesional vinculado por más de 30 años al British Museum en Londres.

¿Quieres conocer un lugar nuevo que sea, al mismo tiempo, galería de arte, café, librería, co-work y sala de conciertos íntimos? Vas a tener que caminar un poco más, pero seguirás estando en esa zona de Santiago que identificamos como el centro. Por Bustamante, a no más de tres cuadras del edificio Telefónica, y casi al frente del Café Literario, está Espacio Bustamante. Un proyecto que se aplaude no sólo porque rescata una casa y un pequeño edificio del arquitecto Julio Machicao (el mismo de la Casa del Escritor, esa que está en Almirante Simpson), sino porque mezcla todo lo que a uno le puede gustar en un solo espacio y porque apuesta a la cultura y al trabajo colaborativo en una zona tan golpeada por las manifestaciones de los últimos dos años y medio. Falta espacio para seguir con ejemplos. Así que, para cerrar, una reflexión de autor desconocido: “No es que la gente quiera a las ciudades porque son bellas, las ciudades son bellas cuando la gente las quiere”.