Columna de Rodrigo Guendelman: ¿Por qué vivir en Santiago?

Dia del Patrimonio
Día de los patrimonios, 2024.


Por Rodrigo Guendelman, Conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.

“Una de las obsesiones de Santiago debe ser preguntarse por qué la gente quiere vivir acá. En buena parte de las ciudades era porque eran lugares de trabajo, pero cada vez más la tendencia va a ser que son lugares para vivir y divertirse. Entonces, hay que preocuparse de que sean lugares muy agradables y fomentar la actividad cultural, porque si no, la gente se va a ir”. La frase publicada en El Mercurio esta semana es de Guillermo Peñalosa, fundador de Ciudades 8-80 y un reconocido urbanista que cree en la necesidad de diseñar ciudades para personas de todas las edades y capacidades: de 8 a 80 años.

Peñalosa fue uno de los dos relatores internacionales de la edición número 13 de la Conferencia Internacional de Ciudad que se realizó el miércoles en el edificio Telefónica bajo el título de “Revitalización urbana, el desafío de recuperar las ciudades” y que organiza la Cámara Chilena de la Construcción. La otra invitada internacional fue Carol Coletta, reconocida en 2023 como una de las líderes de opinión del nuevo urbanismo y quien ha dedicado su carrera al desarrollo de estrategias de “placemaking”, es decir, a la planificación, diseño y gestión de espacios públicos con un enfoque comunitario.

La experta estadounidense explicó que las ciudades, que también pueden entenderse como un denso conjunto de personas, permiten las conexiones y la creatividad, que a su vez eso lleva a la innovación y que la innovación ayuda al crecimiento de la oferta laboral. Coincidió con Peñalosa en que es fundamental recuperar el centro de las ciudades, pues como dijo el relator colombiano-canadiense, “la ciudad que tenga un centro deteriorado no va a ser competitiva”.

Coletta nos sorprendió con una pregunta: ¿Qué ciudad creen ustedes que tiene un centro más activo y vibrante, San Francisco o Detroit? Pues la respuesta era Detroit, que ha tenido un increíble repunte. En 2011, el 40% de las luces de las calles de esa ciudad no funcionaban y 210 de los 317 parques de la ciudad estaban cerrados. Peor aún, la gente huyó de la ciudad, dejando 80 mil casas y estructuras abandonadas. El 18 de julio de 2013, Detroit se convirtió en la ciudad más grande de Estados Unidos en declararse en quiebra. Luego de una reestructuración financiera, la ciudad puso sus esfuerzos en varios frentes: desde la restauración de una zona típica que representaba su patrimonio arquitectónico hasta la mejora de uno de sus museos principales; potenciaron la oferta de restoranes, tiendas y galerías de arte; realizaron y siguen realizando muchas actividades culturales en el corazón de la ciudad e, incluso, han tenido ideas mucho más creativas.

“La ONG Write a House restaura casas abandonadas de dos o tres habitaciones para que sean ocupadas por periodistas, poetas, novelistas y cronistas. Quienes deseen mudarse a Detroit deben postular a ese programa e involucrarse y contribuir a la comunidad local. Si los escritores permanecen durante dos años y cumplen con sus compromisos, podrían llegar a obtener el título de la propiedad”, se lee en un artículo de La Tercera de hace varios años. Si Detroit pudo, decía Carol Coletta, cualquier ciudad puede.

Nuestro centro, el centro de Santiago, así como varias comunas cercanas sufrieron los estragos del estallido social y la pandemia. Aumentó la inseguridad, se han ido empresas, hay cientos de locales desocupados y la gente vuelve de sus trabajos a sus casas lo más temprano que puede. Son problemas importantes. Y por eso hay que luchar de vuelta para recuperar los espacios perdidos. Nada tan difícil como Detroit (para eso sirven las referencias), pero pensando, eso sí, en varios frentes simultáneos. Es decir, que el centro vuelva a ser seguro, limpio y sin rayados; que se estimule con beneficios concretos a las empresas y emprendimientos para que consideren el centro de la ciudad como una verdadera alternativa; que haya muchísimas actividades de cultura y entretención gratuitas todos los fines de semana y feriados, desde orquestas tocando en Plaza Italia (ya se ha hecho con mucho éxito, pero hay que repetirlo 100 veces) hasta festivales gastronómicos, día del completo y del churrasco y del lomito y de la cazuela y de la empanada y del pan de pascua y de lo que se nos ocurra; vendimias y catas de vino y ferias de viñateros; ferias y furias y del libro a cada rato y en todos los centros culturales de la zona; sacar los museos a la calle como lo hizo Nemesio Antúnez, para que la gente luego quiera entrar a los museos.

Porque ojo, hay un precioso círculo virtuoso: cuanta más gente en la calle, más segura es la ciudad. Nada de lo que escribo es muy original, pero es que lo obvio a veces hay que repetirlo hasta que sea, ojalá, un lugar común. Santiago tiene que pensar en solucionar las urgencias y, al mismo tiempo, comprender que para ser competitivos y atractivos no basta con ser una ciudad que ofrece empleos. Hay que ser seguros y también entretenidos, hospitalarios y seductores. Ejemplos como el Paseo Bandera (fue un tremendo impacto cuando se inauguró, ¡¡¡pero hay que mantenerlo!!!), como el Festival Hecho en Casa, como recibir festivales musicales del tamaño de Lollapalooza o Primavera Sound, como el festival gastronómico Ñam (que en su última edición no pudo realizarse en el cerro Santa Lucía por falta de apoyo municipal, justo lo que no tiene que pasar), como el fantástico Teatro a Mil, como Puerto de Ideas (¡necesitamos uno en Santiago!), como las bienales de Arquitectura, como las exposiciones universales (hay que postular y creerse el cuento) y, sin duda, como los extraordinarios Juegos Panamericanos y Panamericanos 2023 (vamos ahora por los Juegos Olímpicos!!!), son una muestra de lo que hemos hecho, hacemos, podemos hacer, y de lo que hay que repetir, hacer crecer y profundizar. Tenemos, además, un gran activo hace poco más de tres años: el Gobierno Regional Metropolitano. Lo más parecido a una alcaldía mayor. Por fin una institución que se preocupa por la ciudad como un todo. ¡Vamos que se puede!

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