Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.

En enero, Santiago es una ciudad amable y entretenida. Sin los colegios funcionando, con una parte importante de los ciudadanos de vacaciones fuera de la capital, con días que se quedan sin luz recién pasadas las nueve de la noche, menos ruido y menos exigencias, la urbe parece más una ciudad intermedia que una metrópolis.

En febrero, todo lo bueno se multiplica. Uno ya no intenta llegar a los lugares: te deslizas con gracia y facilidad, sin tacos, sin bocinazos, sin tener que multiplicar por 1.5 el tiempo que crees que te vas a demorar. El transporte público, cuando tiene aire acondicionado (algo que sucede en muchos vagones del metro y en todos los buses eléctricos), te hace sentir que vives en el mundo desarrollado. Hay menos contaminación que nunca, las tardes siguen siendo largas y los infinitos miradores de esta ciudad de cerros isla te permiten elegir una perspectiva diferente cada día.

Está la cordillera de Santiago esperándote con panoramas y casi 15 grados menos de temperatura. Puedes subirte al andarivel Las Águilas de La Parva y pasar, en 20 minutos de delicioso recorrido en andarivel, de los 3100 a los 3600 msnm, para luego tener vistas impresionantes del cerro El Plomo, El Pintor o el cerro Parva, así como la Laguna Piuquenes. ¿Caminaste lo suficiente en altura? Hora de bajar a Farellones a ver el atardecer en El Alemán de Farellones, un restorán y hostal donde puedes tomar, comer y quedarte a dormir.

¿Ya lo conoces y quieres una alternativa? Puedes manejar un poco más y sentarte bajo el vuelo de los cóndores y las águilas mora en el Valle Lounge de Valle Nevado, que al igual que los otros espacios recién mencionados, abren en invierno y en verano. Hay vida en la cordillera en febrero. Más abajo está el Parque Yerba Loca y, muy cerca, en la curva 22, el Umbral Plazoleta Negra, hermoso espacio diseñado por la Fundación Más Mil, donde encontrarás obras del gran escultor Vicente Gajardo, un fotogénico y muy poético muelle de madera y el espacio perfecto para un picnic veraniego.

No nos alcanza el espacio para detallar la inmensidad de opciones que ofrece el Cajón del Maipo (incluyendo un adrenalínico rafting por el río Maipo), visitas a las viñas del valle del mismo nombre, una o más noches en las Majadas de Pirque o un paseo al Santuario de la naturaleza El Ajial y la Cervecería La Montaña, ambos en Paine. Santiago en febrero es apacible y, al mismo tiempo, sexy. ¡A aprovecharlo!