Columna de Rodrigo Guendelman: Una desconocida joya de arquitectura moderna
Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna
Un arquitecto y un ingeniero agrónomo decidieron postular a un Fondart. ¿El objetivo? Mostrar a los santiaguinos y chilenos que en la comuna de La Pintana existe un campus universitario de increíble valor patrimonial, el cual cumplió recientemente medio siglo. Rodrigo Gertosio es arquitecto e investiga la arquitectura moderna en Chile. Su especialidad son los conjuntos de gran escala, tanto habitacionales como universitarios. Fue él quien lideró el proceso para que parte de la Villa Frei fuera declarada Zona Típica. Marco Pfeiffer es ingeniero agrónomo, doctor en Ciencias ambientales de la U. de Berkeley y académico de la Universidad de Chile. Estudió y trabaja en este tesoro patrimonial. Se trata del Campus Antumapu de la U. de Chile. Allí, en más de 200 hectáreas de terreno, donde funcionan las Facultades de Ciencias Agronómicas, de Ciencias Forestales y de Conservación de la Naturaleza, de Ciencias Veterinarias y Pecuarias, así como el Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos, se logra una notable integración entre lo rural, lo urbano y lo académico.
No es por azar ni porque se alinearon los astros. Responde a una época (la década del 60), a un paradigma donde el Estado mostraba un interés profundo por la educación de los ciudadanos y a un concurso de arquitectura que hizo competir a cuatro grandes oficinas de arquitectos. EL Grupo TAU (Taller de Arquitectura de Urbanismo), que ya había levantado la Villa Olímpica (1960) y la Remodelación Paicaví en Concepción (1964) les ganó a oficinas de gran importancia, como Bresciani Valdés Castillo Huidobro (Villa Portales, U. Técnica del Estado), Emilio Duhart y Asociados (Edificio de la Cepal) y Schenke Bodenhofer Konrad (Clínica Alemana).
Pero antes de esa decisión del jurado, tomada en 1965, las cuatro oficinas debieron desarrollar, juntas, el programa arquitectónico. Un mes tomó ese trabajo. Luego vino la competencia por el proyecto final. Los vencedores, cinco arquitectos extraordinarios (los hermanos Gonzalo y Julio Mardones Restat, Pedro Iribarne Ríos, Sergio González Espinoza y Jorge Poblete Grez) que formaban el Grupo TAU, eran todos hijos de una clase media ilustrada en la cual “se aprendía a apreciar los valores de la polis ateniense y de la paideia griega, a gozar con los valores estéticos de Miguel Ángel y Rafael y con las lecturas de Cervantes y Shakespeare… Estas familias entendían que el hombre, como ser social, creaba el mundo de la cultura, la que les permitía llevar una vida digna como seres humanos”, se lee en el libro “TAU Arquitectos (1954-1971)” de Luis Silva Lara.
Volvamos al inicio. Cuando Rodrigo Gertosio y Marco Pfeiffer caminaban por los 24 edificios del Campus Antumapu, se enfrentaban al hermoso mural en bajorrelieve del artista Eduardo Martínez Bonati y a la escultura “La segadora” de Samuel Román, se sentaban en el anfiteatro para 1.500 personas, usaban el dron para ver la fantástica quinta fachada del casino, quedaban boquiabiertos ante las vigas de 30 metros hechas de madera laminada para el aserradero y sentían esa rara emoción que afecta a las personas sensibles cuando los impacta la belleza de una arquitectura que pareciera que siempre hubiera estado allí, en un paisaje de campo y de ciudad único, entonces se dieron cuenta de que Antumapu debía dejar de ser una especie de secreto urbano. Había que ponerlo en valor: Investigarlo, fotografiarlo, documentarlo y publicarlo como libro digital, primero, y libro físico en una segunda etapa. Para que todos supiéramos. Para que nos sorprendiéramos con esa especie de “Fantasilandia de la arquitectura moderna”. Para conocer, querer y cuidar. Porque esa es la manera en que perduran los lugares.
Cuando sus usuarios (profesores, alumnos, personal administrativo) entienden su inmenso valor, cuando los ciudadanos podemos visitarlo y ser guiados para entender el contexto (urge un programa de visitas para Antumapu, otro desafío más para la dupla Gertosio-Pfeiffer) y cuando, eventualmente (y ojalá pronto con una nueva ley), se declara monumento nacional un espacio de estas características. Hasta el momento, el libro de esta dupla arquitecto/ingeniero agrónomo ya tiene dos capítulos subidos a www.patrimonioantumapu.cl. Y cada vez que se agrega uno nuevo (son seis en total), se hace una muy interesante conversación con invitados en el canal de Youtube de la Facultad de Ciencias Agronómicas. Dos recomendaciones. Lea el libro y visite el Campus Antumapu. Va a conocer uno de los lugares más increíbles de Santiago. Palabra de honor.